Archivos Mensuales: junio 2014
Mi segunda novela: La Piedra Filosofal
Port Lligat, años cuarenta
—Quiero que hagas una cosa por mí —pidió Gala a su amante.
—¿Cuál?
—Quiero que me pintes de virgen María —Dalí dejó escapar una carcajada estridente.
—¿En serio?
—Sí. —Dalí pensó durante unos momentos con los ojos bien abiertos.
—¿Por qué no? Puede ser divertido. Y así haré enfadar a los surrealistas de André Breton.
—No te preocupes por ellos. Tú eres el único surrealista que ha sobrevivido.
—Tienes razón. Se pensaron que me expulsaban del movimiento, y la verdad es que se expulsaron ellos mismos.
—Ya lo sabes. Eran unos burgueses todos.
—Sí.
—Nosotros vamos a hacer algo grande. Tenemos que romper con el materialismo de la época.
—Sí… Freud ya no sirve. No tenía ningún gusto por el arte o la belleza.
—Y también era un machista, pero déjalo. Caerá solo algún día. Nosotros tenemos que mirar el futuro. Tú y yo sabemos que hay cosas enigmáticas más allá. Misterios en el inconsciente. Pero nos ha tocado vivir un mundo de cambio. La racionalidad tiene un límite.
—Sí, el principio de incertidumbre de Heisenberg. Es imposible conocerlo todo.
—Podemos hacer ver que somos católicos, y así obtendremos el soporte de las autoridades franquistas a nuestro museo.
—Me gusta la idea —dijo Salvador.
—Pero tenemos que unir el misticismo con la ciencia. Las dimensiones superiores.
—Puedo pintar un hipercubo, que tiene forma de cruz tridimensional, y le puedo añadir un Cristo, la dimensión mística, el plano espiritual.
—Buena idea —respondió Gala—. Pero yo quiero ser la virgen María —dijo sonriendo.
—De acuerdo. Serás Gala-María-Leda atómica.
Negro Sobre Negro capítulo 7
La camisa blanca con cuadros grandes ligeramente difuminados quedaba estupendo con el cuello alargado que caía por delante, acabando en forma puntiaguda, apuntando hacia los lados a la altura de las clavículas. Reminiscencias funkies de los años setenta que a John le gustaba de recuperar. Esta noche me divertiré, pensó. Había pasado las últimas semanas preocupado. Fue difícil encontrar buena mercancía por culpa de los incautamientos policiales. Un pequeño inconveniente que hacía más peligroso su trabajo, aunque al mismo tiempo lo hacía más emocionante. ¿Y quién era el estado para decidir qué era bueno y qué malo? Hacía tiempo que había dejado de preocuparse por el hecho de vender una sustancia ilegal. La mayoría de gente estaba en contra de su uso. La dictadura de la mayoría; la democracia. No tomes drogas que es malo, cuando empiezas no puedes dejarlo porque es muy adictivo… Todos habíamos recibido la propaganda estatal desde pequeños; el demonio de la droga. La droga ilegal, pues el alcohol se promocionaba por televisión, y los fármacos de la farmacia también. El problema de la adicción lo controlaba bastante bien, pensaba John. Él comprendía los efectos que la droga ejercía en su organismo, y había temporadas en que dejaba de tomar. Entonces se sentía deprimido unos días, pero luego se le pasaba. John terminó de vestirse y un mensaje por wassapp lo sacó de sus reflexiones. Era Charlie. Aquella noche se lo pasarían bien. Salió de la habitación y abrió la puerta del piso. En unos segundos su amigo subía hasta el tercer piso por las escaleras, y se abrazaron fuertemente.
—¿Qué pasa, man?
—Adelante. —Los dos amigos cruzaron el pasillo y llegaron a la habitación de John.
—¿Qué, ya te has gastado lo que me ganaste ayer?
—¡Ja! Sí, me lo he gastado con esto. —John señaló hacia la bolsa de plástico que había encima de la mesa.
—¡Ostia! Jeje… ¿es buena o qué? ¿La has probado ya?
—Sí, un poco mientras la compraba. ¿Quieres catarla?
—¡Vale! —respondió Charlie con un decisivo y breve entusiasmo con toques de forzada indiferencia. John encendió el reproductor y seleccionó un CD antiguo de soul. Luego sacó una tarjeta de crédito que usó como cuchara, agarró un poco de polvo blanco, y lo dejó caer encima de la carátula del CD de Larry Young’s Fuel. La amplia sonrisa del teclista afroamericano proyectaba su felicidad hasta un etéreo contorno visualizado hasta dos centímetros alrededor de sus físicas delimitaciones corporales. Empezó a sonar la primera canción, Fuel for the Fire. Las líneas blancas quedaron como dos pendientes en la oreja de Larry.
Los cantos sensuales de la artista de color acompañaron a los dos amigos mientras se relajaban esperando a que la droga hiciese efecto. Pronto empezaron a bailar y reír, antes de llamar a los colegas. Decidieron quedar en el Bar del Teatro, en el centro del pueblo. El Teatro tenía un patio interior que lo aislaba de su entorno, franqueado por las dos salas que se usaban para actividades culturales. Los chinos se habían hecho con el negocio, y hacían jornadas de diez horas trabajando sin parar. A veces ocurrían problemas de comunicación, pero la dedicación y amabilidad de los camareros terminaba compensando. En El Teatro había una mezcla heterogénea de edades, procedencias y destinos. Fueron llegando Marc, Ivan y Gabi, que se unieron a John y Charlie. Volvía a estar el grupo completo predispuesto a disfrutar. Su mundo particular fluía en su mesa protegido cariñosamente por Dioniso, el dios del vino. En el exterior, las horas pasaban y el cielo crepuscular engullía los dedos ensangrentados del ocaso de la jornada mientras las sombras de la noche salían a pasear por las calles de la ciudad.