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Programa político para el siglo XXI

Todo el mundo busca una respuesta a la crisis político-económica mundial, y la gente se da cuenta que las antiguas recetas, ya sean comunismo, anarquismo, fascismo, socialismo, liberalismo, conservadurismo o neoliberalismo económico, no pueden dar respuestas al nuevo periodo global en el que ha entrado la humanidad. Con Internet y el avance de la tecnología(aviación comercial) se han diluido las fronteras de los países, pero todavía mantenemos el modelo de estado-nación que surgió en el s.XVIII.

El modelo de estado-nación se ha caracterizado hasta el momento por el expansionismo territorial. Europa conquistó el planeta, y luego surgieron las guerras entre las distintas naciones por su control: Primera Guerra Mundial. La Segunda Guerra Mundial fue tan solo la consecuencia de la permanencia del antiguo modelo expansionista y colonialista. En el estado-nación, el modelo económico se ha caracterizado por un crecimiento exponencial desde la revolución industrial. Este crecimiento exponencial se ha podido mantener relativamente estable hasta la actualidad gracias a la expansión territorial. La economía depende de los recursos y la materia prima, y solo puede crecer si aumentamos los recursos y la materia prima(nuevos territorios). Este modelo de permanente crecimiento de la economía, necesitaba también por su parte del permanente crecimiento de la cantidad de dinero en circulación. Aquí es donde ha entrado el rol de la banca en el modelo. Bajo el estado-nación y colonialismo, se ha mantenido siempre una estrecha relación entre la banca y el estado. La banca hacía un favor al estado financiando las guerras coloniales, y el estado por su parte realizaba un favor a la banca con una legislación que permitiese la expansión monetaria(crédito) y protegía a los bancos en caso de fallida múltiple mediante el Banco Central del estado-nación concreto.

¿Pero qué sucede cuando todos los recursos disponibles del globo terráqueo ya se encuentran en la economía industrializada? Sucede que el modelo expansionista es incapaz de seguir funcionando. Pero llevamos la inercia con una legislación que fomenta la espansión exponencial del dinero en base a los créditos, y unas instituciones bancarias que continúan con los privilegios de la era colonial y expansionista. ¿Y a qué se debe la crisis actual? Pues nada más y nada menos que al agotamiento del modelo estado-nación que hemos conocido hasta la actualidad.

En épocas de crisis como la actual, salen muchos líderes con carisma que son capaces de encandilar al público con promesas agradables pero que no son viables, como por ejemplo una renta permanente solo por el hecho de ser ciudadano. Hay que enseñar a pescar, no dar peces.

La educación es parte fundamental del estado-nación. Con una educación controlada rígidamente por las instituciones del estado, evidentemente que no se va a poder cambiar el modelo de estado, porque todo el mundo sabe que hay muchos intereses en juego. Los estados-nación han explicado siempre la historia a la manera que les interesaba para justificar su existencia(la historia la escriben siempre los ganadores). El conjunto de la educación está creada para salvaguardar los intereses del estado y de los grupos de poder que hay a su alrededor. El primer paso que hay que realizar para cambiar el modelo de estado es permitir la libertad en los centros educativos, descentralizar la educación. Permitir que las escuelas, institutos de secundaria, y universidades, puedan elegir ellas su modelo sin injerencias del estado, y los padres o los alumnos puedan decidir cuál va a ser la mejor educación para ellos.

En momentos de crisis como el actual, lo que precisamente se necesita es fomentar la creatividad y la imaginación, la materia prima de los grandes inventores, descubridores, y pensadores. Esta parte de la educación que es negada sistemáticamente por los centros educativos de nuestro querido estado-nación.

Puedes firmar en este enlace para que se regulen en España los centros de educación alternativa: http://www.change.org/es/peticiones/gobierno-de-espa%C3%B1a-que-las-escuelas-de-modalidad-libres-sean-incluidas-en-el-modelo-estatal-de-educaci%C3%B3n

En este video nos explican en qué consiste el método Waldorf:

Y en este documental recibimos las opiniones de varios profesionales que exigen un cambio en el modelo educativo:

No necesariamente tenemos que estar de acuerdo con estos métodos de aprendizaje. Lo que aquí se defiende es el principio de libertad para poder elegir, que también incluye el respeto a que existan escuelas católicas, islámicas o judías.

Aventuras de un outsider en el negocio del libro 1

Ya está. Terminé mi primer libro. Horas y horas repasando, atando cabos sueltos en la trama, modificando el estilo de algunas frases, y al final, tengo mi novela. El aislamiento del mundo exterior que necesita el escritor, separarse por unos meses de la vorágine de la sociedad frenética del s.XXI para dejar espacio a la mente creativa y artística, también llegaba a su fin. Ahora tocaba enviar el manuscrito a las editoriales. Mi anterior trabajo no tenía nada que ver con el mundo de los grupos editoriales, así que no sé muy bien por donde empezar. Busco un poco de información en Internet, y doy con que la mejor manera que tengo para mostrar mi obra es enviar un e-mail a las editoriales con una breve presentación. Busco siete editoriales, y les mando el manuscrito pidiendo amablemente su valoración. Pero yo sé que todo se puede mejorar, y aprovecho la espera para realizar otro repaso exhaustivo a mi obra, al mismo tiempo que publico algún que otro capítulo en mi blog para promocionarla, y sigo investigando sobre el misterioso mundo editorial. Descubro entonces que hay la llamada crisis del libro. Resulta ser que las ventas han bajado, muchas librerías han cerrado, y las editoriales pierden dinero a raudales. Leyendo ciertos artículos en Internet, descubro que la culpa es precisamente de las nuevas tecnologías, del libro electrónico, y de la piratería.

Modifico un poco mi libro, añado capítulos, elimino ciertas cosas, y al cabo de unos meses recibo un e-mail de un editor:

Nos parece interesentante su obra, pero no encaja en nuestra linea editorial.

Al cabo de unos días, recibo otro e-mail de una editorial alternativa:

Hemos estado valorando la posibilidad de publicar su obra, pero al final hemos decidido descartarla. Uno de los factores que ha influenciado en nuestra decisión es que usted ha publicado demasiados capítulos en su blog. Esto conlleva un problema con la piratería.

Yo, a medias entre la alegría de que alguien pudiese estar dispuesto a publicar mi obra, y la incomprensión por las razones de su rechazo final, contesto el e-mail educadamente, dando las gracias por haber realizado el esfuerzo de leerla, pidiendo alguna aclaración más al respecto de su decisión. No recibo respuesta. Quien me responde es otra editorial, que me comenta que tiene demasiados libros por leer y que lamentándolo mucho, no va a valorar mi obra. Otra me contesta que tienen cerradas las publicaciones hasta 2016.

Ahora mi novela está repasada y mejorada, y descubro por Internet la posibilidad de la autopublicación. El avance de la tecnología ha permitido abaratar costes en la producción de libros, y encuentro una editorial que me realiza un diseño de la portada, me gestiona los trámites burocráticos que desconozco, y me imprime unos pocos ejemplares, todo a un precio razonable. Ya que decidí escribir, pienso que no está de más realizar una pequeña tirada con lo que queda de mis ahorros para así poder promocionar mi obra. Contrato el servicio con la editorial, y me envían una maquetación del interior para mi valoración. Ante mi sorpresa, me presentan un libro enorme con letras para ciegos y unos márgenes dignos para tomar apuntes. Su propuesta ocupa el doble de páginas de las que yo había calculado, lo que encarece la impresión. Entonces me levanto, agarro uno de mis libros favoritos de Hemingway que tengo en edición de bolsillo, y hago unas pequeñas medidas con una regla. Tomo nota, y envío un correo a la editorial con aquellas medidas. Entonces ellos vuelven a realizar la maquetación interior, me la envían por e-mail, y yo la evalúo. Una sonrisa en mi rostro delata entonces mi satisfacción, y les digo que pa’lante.

En dos semanas recibo en casa los ejemplares que había pedido, y me dispongo a presentar mi obra en las librerías. Hacía tiempo había trabajado de comercial a puerta fría, y no me asusta patearme la calle vendiendo un producto, así que, mando a imprimir unas tarjetas de visita, me corto el pelo, me afeito la barba que llevaban tiempo creciendo descontroladamente, me visto con una camisa, y coloco unos cuantos ejemplares en las librerías del pueblo.

Pero yo pienso a “lo grande”, y decido que mi pueblo es demasiado pequeño. Y la gran urbe cosmopolita de Barcelona se encuentra a tan solo media hora, así que investigo en Internet sobre las librerías que se encuentran en la ciudad para realizar una ruta de promoción. Navego un rato, y doy con la siguiente página de El Periódico.

http://www.timeout.cat/barcelona/ca/botigues/millors-llibreries-culte

Para quien no entienda el catalán, la página da una pequeña explicación de las mejores librerías de culto en la ciudad condal. Navego un poco más, y me encuentro con entrevistas a libreros quejándose por la piratería, crónicas sufridas de los cierres de las librerías míticas, y la explicación de un caso parisino, el de la librería Shakespeare & Company, que abrió sus puertas en el año 1919 apostando por la publicación de autores desconocidos y controvertidos como James Joyce y su Ulises, que en la actualidad es tan solo un punto de parada para el turismo de masas. http://culturadelsoma.com/llibreries-de-barcelona/

Me anoto una cuantas direcciones en una hoja, y decido ir a Barcelona a patearme las llamadas librerías de culto del anterior link.

Entro en +Bernat. Resulta ser que combinan el negocio de los libros con una cafetería, y hay mesas entre los estantes para tomar algo mientras hojeas tus posibles compras. Se ve que ésta puede ser una salida a la crisis del sector, junto al turismo de masas. La encargada es una mujer de unos sesenta años a quien me encuentro amorrada en la pantalla de su ordenador buscando un título a un cliente varón de aproximadamente su edad. Parecen conocerse, y yo decido darme un paseo por la librería. Hay un poco de todo; clásicos, novedades, novela negra, Dan Brown, biografías, libros de bolsillo… ¿por qué será que en todas las librerías hay como mínimo siete libros distintos de un tal Ken Follet bien colocados y visibles? La encargada sigue hablando con su cliente, y yo me acerco un poco.
—¿No tenéis uno que hace una comparación del proceso independentista de la actualidad con lo que se vivió a principios del s.XX? Se ve que son idénticos los dos movimientos —decía el hombre mayor.
—A ver, te lo busco… suerte de los ordenadores, podemos encontrar cualquier libro al momento… esto de la informática es genial. No, todavía no me ha llegado.

Yo ya llevo media hora esperando a que me atiendan, y en un momento de silencio hago un inciso.
—Hola, que he editado un libro, y es por si les interesa ponerlo a la venta —digo con orgullo. La mujer me mira, y luego contesta:
—Sí, un momento.

Su respuesta me da a entender que están dispuestos a tener tratos conmigo, y decido esperar tranquilamente entre los estantes.
—¿Esto es de bolsillo? —Oigo al cliente que pregunta incrédulo a la encargada señalando unos tomos enormes con tapa blanda que difícilmente cabrían en una mochila.
—Sí, esto es de bolsillo —contesta ella.

Siguen hablando los dos sobre las novedades editoriales, y al cabo de veinte minutos, el hombre se despide.
—He traído unos ejemplares del libro, si les parece bien se los puedo dejar en depósito —digo entonces a la encargada. Ella agarra un ejemplar y mira seriamente la portada durante unos segundos.
—Esto no tiene salida.
—¿No vendéis autoeditores?
—No. Luego se quedan los ejemplares por aquí, no sabemos qué hacer con ellos… —Me sorprende el hecho de que no gira ni la portada para leer la pequeña sinopsis de atrás, ni me pregunta nada sobre su contenido. Estaba claro que yo ya no tenía nada más que hacer allí, así que me guardo mi ejemplar dignamente, y doy las gracias a la mujer por su tiempo y amabilidad.
—Pues nada, a vender lo que digan los grupos editoriales. —Ella no responde, y yo salgo de la cafetería.

Tenía otra dirección apuntada de la página de Internet de El Periódico que había estudiado con anterioridad: la librería Laie. Me subo a mi vehículo, y me muevo de l’Eixample Esquerra a l’Eixample Dreta en diez minutos. Cargo unos ejemplares de mi libro en la maleta, y entro en la opulenta librería de Pau Clarís.
—Hola, que tengo un libro editado, y es por si queréis ponerlo a la venta. —Le digo a una chica que se encuentra detrás de un mostrador.
—Es que… la persona que normalmente se ocupa de esto hoy no está…
—¿Qué quiere decir normalmente? Yo dejo los libros en depósito, me firmas el albarán, y ya está. —Le comento resolutivamente.
—A ver, un momento, hago una llamada. —Ella agarra el teléfono, y comenta mi llegada a alguien—. Bueno, puedes pasar, en el fondo del pasillo una persona te atenderá. —Me comenta con timidez.
—De acuerdo, gracias. —Me dirijo hacia donde me han indicado, y me encuentro con un hombre de mediana edad sentado detrás de una mesa y un ordenador.
—Hola, que tengo un libro editado —saco un pack de cuatro ejemplares precintados, y lo dejo encima de la mesa— ¿lo queréis poner a la venta? —Él mira desconfiado el pack y lee la contraportada.
—¿Puedo abrir el precinto?
—Sí, claro. —Él rompe el plástico con una llave, y abre el libro por la primera página mientras mueve la cabeza lentamente hacia los lados. Luego avanza a la mitad del libro, y silenciosamente vuelve a mover la cabeza hacia los lados.
—No te lo puedo coger. La edición es muy mala.
—¿A sí? —Pregunto por curiosidad. Es la primera vez que lo hago con la empresa que me lo ha editado.
—Sí. Esto en nada empiezan a caérsele las hojas. Y los márgenes… no tiene casi márgenes… no puedo vender esto.
—¿Márgenes? Yo tengo libros en casa con estos márgenes. —Él se queda callado unos segundos con expresión de sorpresa.
—Sí… pero esto lo hacían antes… ahora ya no los hacen así. —Sabiendo yo que el formato que había copiado era de una edición del grupo Planeta del año pasado, me doy cuenta en aquel momento que va a ser imposible entablar una conversación mínimamente inteligente con aquel hombre, así que agarro mis ejemplares, le doy las gracias por su tiempo, y me largo de allí.

 

Las Universidades: la mentira como religión

En el inicio de la crisis económica actual, las televisiones entrevistaban a prestigiosos economistas que defendían que la única solución a la crisis de la deuda era el gasto público para que el dinero siguiera fluyendo en la economía. Estas recomendaciones están avaladas por la teoría económica de Keynes, el dogma aceptado sin discusión en las universidades. Esta receta económica es la que se impuso en la época de la Gran Depresión de los años treinta, en el conocido New Deal que promulgó el presidente de los Estados Unidos Roosevelt. Históricamente ha quedado avalada la teoría de Keynes, pues la Gran Depresión se solucionó con obras públicas faraónicas que proporcionaban trabajo a los desempleados.

Lo que no se dice es que el New Deal, a parte de no solucionar la economía estadounidense, desembocó en la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial. La otra mentira institucionalizada es la del ataque japonés a Pearl Harbor, que supuso la entrada oficial de los Estados Unidos en la guerra. Y digo oficial, porque Estados Unidos llevaba tiempo suministrando armamento a los aliados, combatiendo con los submarinos alemanes, y estableciendo una política hostil a los intereses de Japón en el Pacífico. Puedes encontrar más información sobre las causas reales del ataque de Perl Harbor en esta página, junto a la política americana de antes, durante y después de la guerra.

La Gran Depresión NO se solucionó con gasto público. Se esquivó el problema con la mayor guerra que ha vivido la humanidad hasta el momento, paralizando por decreto la economía civil para desarrollar en exclusividad la economía de guerra, una economía que evidentemente no tiene nada que ver con la libertad individual ni el libre mercado. Las Grandes Corporaciones fueron las beneficiadas de aquella economía con los contratos del gobierno, y la libertad que en teoría decían defender los Estados Unidos quedó subyugada después de la guerra por los intereses de la industria que sí había sobrevivido el New Deal con enormes beneficios: el complejo industrial militar.

En este video El rap de Hayek y Keynes entenderás qué sucede con la teoría keynesiana del gasto público y el sistema actual bancario de reserva fraccionaria y bancos centrales. Algo que un niño de cinco años puede entender; que no puedes gastar más de lo que tienes o podrás devolver, es algo que no entra en la cabeza a los catedráticos de nuestras prestigiosas universidades, así que mejor piensa por ti mismo de una vez, y deja de empollar sin más los temarios que te obligan a estudiar en el colegio…

Y si quieres profundizar en la teoría económica que defiende el personaje de Hayek en el video, puedes leer el siguiente post de mi otro blog sobre filosofía y pensamiento: Los doctos. El problema de la dogmatización universitaria no es nuevo. Los grandes filósofos y pensadores de finales del s.XIX ya chocaron con estos muros…

 

Apocalypse Now

El fin de semana no había salido tal y como me habría gustado. Era Domingo al mediodía, y todavía notaba los daños colaterales del alcohol que había tomado durante la noche. Ella se había mostrado indiferente ante mí. Aquella no era precisamente la reacción que yo esperaba le hubiese producido la poesía que le había mandado con anterioridad a su correo electrónico. Cabía pero, la posibilidad de que todavía no hubiese abierto el correo. Ella estaba ahora conectada para chatear en la red social, y le abrí un privado.

-Hola, com estàs?
-Bé y tu?
-Bueno.. de ressaca…
-Jaja. Jo també una miqueta…
-Has vist el mail?
-Quin mail?
-Et vaig enviar un correu amb una de les cançons que vaig escriure.
-Ah. Pues no, no l’he mirat.

Esperé a que tuviera tiempo para leerlo.

-Què tal? Què t’ha semblat?
-Bé, está bé…
-Algun consell? Tu tens més experiència que jo escrivint cançons… segur que em pots ajudar…
-Bé, es una mica massa curta.
-Vale. Miraré de completar-la.

Me tomé una ducha, y luego volví a hablar con ella.

-Escolta, havia pensat en mirar una peli ara a casa amb el projector… si vols venir ja saps.
-No no, tinc coses per fer.
-Ok. Després em passaré pel bar a mirar el partit del barça suposo.
-Vale, ens veiem allà.

Miré las pelis que tenía, y me vi con las agallas de mirar Apocalypse Now, la versión extendida del director. Alguna vez había visto trozos que me cautivaron, pero nunca la había visto completa. Y me había comprado el DVD para gozar de ella en la gran pantalla con mi equipo de audio. Era una peli bélica del año 79, el mismo de mi fecha de nacimiento. La década de los setenta supuso una revolución en los teatros de cine, en donde jóvenes directores innovaban tanto en criterios artísticos como en las temáticas. EEUU, cuna de aquella revolución, vivía internamente la contradicción de las políticas belicistas de la cúpula de poder, con la emancipación de la contracultura hippie que ahora usaba el séptimo arte para denunciar aquella absurdidad que fue la guerra del Vietnam. Pero había muchas más cosas en aquella película. Como en las grandes obras de la literatura universal, no solamente explicaba una historia, un juego entre personajes, sino que los personajes eran también un vehículo para hablar de otras cosas. Para hablar de la vida, de política, de psicología. Las imágenes de los helicópteros rociando Napalm por las mañanas de la selva vietnamita, y de los generales haciendo surf entre las bombas se alternaban con largos monólogos de Martin Sheen navegando por el río de la jungla mientras hojeaba el informe de su objetivo a liquidar: un general condecorado con matrículas de honor en la academia de West Point, con un curriculum admirable, que había desertado del ejército americano, y ahora había creado su reino particular en medio de aquella caótica y lamentable guerra. Aquella película desgarraba por dentro cualquier reminiscencia de decencia en la reciente historia de la humanidad. La crudeza de la guerra se alternaba con la locura de los hombres y las mujeres que se habían visto atrapados en ella. Solamente a través de los pensamientos de un asesino de los servicios secretos de la inteligencia militar se podía vislumbrar algunos resquicios de sentido común. Un sentido común que al final prevalece, estableciéndose una comunicación total entre el general rebelde y su verdugo, que deja para el espectador la no fácil tarea de sacar las conclusiones finales.

Todavía aturdido por la que era una de las mejores películas de la Historia del Cine, fui a mi bar habitual para mirar el partido del Barça con mi amigo. Ella estaba en una mesa con sus amigas, y la saludé al pasar por su lado. Después de devolverme el saludo y la sonrisa, se giró, y empezó a jugar con su móvil. De vez en cuando apartaba la mirada de la pantalla de televisión, que se me iba hacia ella. Notaba algo distinto. Algo indescriptible que me gustaba.

El día siguiente era lunes, y fui al trabajo en la Corporación Internacional. Por desazón mía, mi superior me comentó que el martes tenía que desplazarme a Francia a hacer un tipo de trabajo que aborrecía, y  que no era la razón por la que yo había entrado en aquella empresa: vigilar y controlar una instalación provisional de osmotización de agua. La falta de comunicación entre el cliente, una de las acerías más importantes del mundo, y nuestra empresa, causó una infinidad de problemas técnicos que repercutían en una dedicación a tiempo total de los técnicos que estábamos allí. Incluso de noche nos teníamos que desplazar a la planta industrial para solventar las emergencias. Una dedicación total no remunerada por la política de empresa, solventando las consecuencias de una pésima organización del trabajo que recordaba nada más y nada menos que el caos en la planificación de la guerra del Vietnam que hizo desertar al brillante general Marlon Brando en Apocalypse Now. Estuve a punto en varias ocasiones de desertar yo de la Corporación Internacional que me tenía subyugado trabajando 24 horas al día a mil kilómetros de mi casa. Pero tenía un alquiler que pagar, y unos gastos corrientes que sufragar. Y España ya estaba en crisis, y conseguir trabajo no era tan fácil como en cinco años atrás. Tuve dos veces la tentación de dirigirme al aeropuerto de Bruselas para coger el primer vuelo para casa, y me desahogaba gritando por teléfono a mi superior, que tuvo la habilidad de calmarme, y al final pude aguantar los diez días seguidos de mi estancia en la acería. Pero en las noches de guardia con la calefacción de mi coche, canalizaba mi rabia escribiendo canciones, poemas que se hacían solos. Todo mi ser estaba conectado con el papel y el boli, las rimas fluían con fuerza, los conceptos se aparejaban, y bailaban. Maldecía cuando me venían las rimas, y no las podía apuntar porque estaba conduciendo.

Una pequeña empresa familiar

Yo tenía claro que quería crear una empresa, pero no tenía dinero. Había terminado la carrera de Ingeniero Técnico mientras trabajaba a tiempo parcial de lo que encontraba que me permitiese cierta flexibilidad horaria, y así poder tener tiempo de estudiar cuando lo requería la ocasión. Después de obtener algo de experiencia en alguna empresa de instalaciones industriales, yo todo ingenuo fui al banco a explicarles mi proyecto. Pero me dijeron de forma muy amable que no les interesaba. Por aquel entonces, España se encontraba de lleno en el boom inmobiliario y preferían dar hipotecas. Los banqueros preferían invertir su dinero en casas que en jóvenes emprendedores con nuevas ideas y creatividad.

Ante la negativa del sector financiero a mi proyecto personal, decidí enfocar mis esfuerzos en algo que se me daba bien. Formarme, para tener unos conocimientos, un valor añadido a mi trabajo que me hiciesen destacar y ganar algo de estabilidad y autonomía personal, aunque tuviese que seguir trabajando a cuenta de otros. Nunca se sabía. Con el tiempo quizás también vería la oportunidad de establecerme por mi cuenta. Me hice Programador Industrial, completando los conocimientos teóricos de la carrera con unos cursos a distancia en aplicaciones prácticas, junto con unos pinitos en  empresas privadas del sector.

Y entonces llegó el momento que tanto esperaba, y conseguí por fin un trabajo bien remunerado como Ingeniero-Programador en una pequeña empresa familiar de Terrassa, la cuna del sector textil español. Aquel puesto ya me daba la suficiente estabilidad como para ir a vivir solo en un piso. Dejé la habitación que compartía con mis amigos, y me fui a vivir en el pueblo de al lado, Rubi. Eligí Rubi, pues allí los precios eran mas baratos, y además estaba más cerca del trabajo que ahora tenía en Terrassa.

La empresa la había creado un señor proveniente de Aragón en los años ochenta, en plena efervescencia del sector textil. La empresa hacía la parte eléctrica y de programación de las máquinas. Aquella empresa ya había pasado, antes de que entrase yo, por la crisis de los noventa y por la deslocalización del textil catalán por causa de la llamada globalización y la insuperable competencia China, que inundaba los puertos de Europa con oleadas de ropa a precios irrisorios. Esto arruinó al sector textil europeo, que se tuvo que adaptar a los nuevos tiempos únicamente creando diseño y vendiendo una marca, produciendo más barato en los países en vía de desarrollo a base del semiesclavaje de sus trabajadores, consentido por gobiernos Comunistas. Unos Gobiernos que usaban políticas monetarias laxas destinadas a hundir el sector productivo en los países desarrollados anclando a un valor por debajo del real al yuan Chino respecto del dólar estadounidense. Éstas dos  políticas causaron el seísmo que provocaría el tsunami que anegó a los antiguos productores del viejo continente, e incluso del nuevo. Las políticas de los chinos favorecían sus exportaciones, y al mismo tiempo desestabilizan las balanzas comerciales del primer mundo.

Pues como iba diciendo, la pequeña empresa familiar en la que caí había podido superar la caída del sector textil en Terrassa, y ahora yo me dedicaba a diseñar los cerebros de extrusionadoras de plástico y túneles de criogenización de alimentos entre otros. Recuerdo que la hija del jefe, Helena, me atraía bastante. Era de la misma edad que yo, y su padre le había ido dando paulatinamente más responsabilidad en la empresa. Recuerdo tardes en las que yo estaba probando los cuadros eléctricos con el jefe, y ella se quedaba mirando como una niña tímida en la escalera. Me gustaba. Y mis fantasías enseguida empezaron a volar. Yo sabía que yo le caía bien a su padre. Aquella era una oportunidad para dar un salto, el Golpe o braguetazo, como se dice coloquialmente. Pasar por encima de mi superior, el jefe de Oficina Técnica, y también del prepotente jefe de Taller, que usaba su avanzada edad para imponer al primero sus criterios, aunque aquellos no se correspondiesen con razones lógicas ni de eficiencia. Mi mente volaba con esas ideas cada día, mientras al coincidir con ella a solas, me aproximaba cariñosamente entre sonrisas medio contenidas.

Pero por desgracia para ambos, en el escenario económico-político internacional las cosas habían evolucionado ya bastante desde las deslocalizaciones, y los gobiernos del primer mundo habían encontrado la panacea imprimiendo dinero y manteniendo la economía a base de crédito.

La crisis de la deuda empezó en el año 2007 con las hipotecas subprime golpeando con fuerza al sector inmobiliario del primer mundo. Yo pensé que no me afectaría, pues estaba en un sector industrial que nada tenía que ver con la construcción de viviendas. Pero no por última vez, me equivocaba. Más de una década de crédito fácil y barato habían acomodado y adormecido a todos los sectores económicos del país. Antes de intentar ajustar las cuentas de las empresas con mejoras estructurales y organizativas, cambios estratégicos o apostar por nuevas ideas, ¿Quién no se sentía tentado de ir al banco y simplemente, pedir otro crédito? Mi empresa ya era adicta a esta droga. Aún poseyendo trabajo y clientes, cuando se agotó la botella de suero que inyectaba crédito por la vena a las empresas, la dependencia ya era fuerte. Y se acabó de golpe sin apenas dar tiempo de reacción a los pobres pequeños empresarios, que ya no veían ni siquiera desde que lado les llegaban las impietosas bofetadas.

Al cabo de un año de haber entrado yo, la empresa de pronto se vio incapaz de pagar nuestras nóminas, y estuvimos tres meses de visitas a bufetes de abogados sin ver ni un duro. Antes del cataclismo pero, la dirección de la pequeña empresa hizo un cambio de rumbo con la intención de amarrar el buque. El jefe, que se veía desbordado por la situación, se retiró definitivamente del puesto, y cedió su lugar a su hermano, que llevaba una fábrica de cartones. Pero aquel era un sector que evidentemente, no tenía absolutamente nada que ver con el nuestro. La ignorancia de ese hombre terminó de hundir la empresa. Helena, que se suponía que tenía que ocupar el cargo de directora, quedó totalmente anulada por el carácter duro de su tío. En el momento de formalizar el cambio en la dirección, nos hicieron una charla, donde entre otras cosas nos dijeron:

-Estamos en problemas, y vamos a hacer algunos cambios en la empresa. Hablaremos con cada uno de los trabajadores, y le pediremos su opinión sobre el trabajo, cosas que piensa que se pueden mejorar en cuanto a la organización, y entre todos saldremos de esta.

Nunca hablaron con ninguno de los trabajadores. Es más, Helena, que antes era afable, cariñosa, comprensiva y dialogante, se transformó en un hombre rígido, castigador y autoritario. Dejó, por tristeza nuestra de los trabajadores, de hacer funcionar su hemisferio derecho cerebral, el femenino. Supongo que el miedo pudo con ella, y simplemente se dedicó a hacer de mediador entre su autoritario tío y nosotros, siendo el brazo ejecutor de una política que era simplemente, inadecuada en nuestro sector empresarial.

La empresa cerró, y yo no supe nada más de Helena. Al cabo de unos meses fue cuando empecé a trabajar en una gran Corporación Internacional, que misteriosamente y ante mi asombro, no sólo no tenía ningún problema con el crédito, sino que a golpe de maletines llenos de dólares iba adquiriendo empresas menores de su sector, creando así un monopolio de facto.

Pero esta es ya otra historia…

La revolución de octubre de 1934

En el octubre de 1934 se produce un intento fracasado de revolución obrera en la República Española, como reacción a la derecha reaccionaria que se encuentra en el poder en aquel entonces y a la pérdida de bienestar de las clases trabajadoras. Es un hecho que se tiene que englobar a nivel internacional dentro de la crisis de los treinta, junto a la Gran Depresión de los Estados Unidos, dónde una gran parte de la población del primer mundo estaba sumida en la pobreza y pasaba hambre. Una época difícil que quedó inmortalizada precisamente gracias al escritor estadounidense John Steinbeck con su novela Las uvas de la ira, que explica las peripecias de una familia rural que pierde sus propiedades acosada por las deudas contraídas con los bancos. El hambre y la miseria están presentes en esta genial obra, que nos permite sumergirnos en uno de los episodios mas tristes de la Historia del S.XX, aunque la genialidad del escritor hace que presenciemos también, la voluntad de vivir y de luchar de sus protagonistas, todo envuelto en un halo orgánico de una sutil belleza.

En España, como en toda Europa, las cosas no estaban mucho mejor, y la clase trabajadora había visto bajada sustanciamente sus condiciones de vida.

Sindicalistas, socialistas, comunistas, anarquistas, reformistas, y progresistas en general, estaban en estado de ebullición, con las masas dispuestas a organizarse y a luchar por cambiar su estado de miseria y opresión. En Catalunya, se añade también la defensa de su lengua y su hecho diferencial, pocas veces reconocido por el centralismo del estado Español. Lluis Companys i Jover era el presidente de la Generalitat Catalana, representando a una mayoria catalanista de izquierdas que le habían colocado allí en las urnas. Una mayoría en Catalunya que por aquel entonces chocaba con el gobierno centralista y reaccionario del Estado Español. En medio de una huelga general, Lluis Companys declara unilateralmente el Estado Catalán , inscrito peró, en una República Federal Española. Durante la huelga de octubre del 34, muchos trabajadores en todo el territorio español estaban dispuestos a ejercer la revolución, pero los líderes de las distintas facciones obreras o progresistas no supieron o no quisieron ver la oportunidad de aquella huelga general. Pero hay un hecho que marcaría un antes y un después, sin el cual la cruenta Guerra Civil Española no hubiese tenido razón de ser, y probablemente el alzamiento militar de Franco del 1936 hubiese quedado en un simple golpe de estado. La intentona de revolución separatista de Lluis Companys fracasó por culpa de una pésima organización al mismo día siguiente, siendo la Generalitat rodeada por los militares del ejército, dejando unos cuarenta muertos.

El hecho crucial deviene pero, en Asturias, dónde los sindicatos de los mineros se unen, y alargan la lucha durante semanas. Asaltan las casernas de la Guardia Civil con su dinamita, y consiguen hacerse el control de las fábricas. Entonces pasan a fabricar su propio armamento, que incluye toscos carros de combate blindados, para hacer frente al Ejército Español, comandado precisamente por Franco. Ante la feroz lucha sólo son enviados a primera línia de combate las tropas marroquíes y regulares para luchar contra los mineros. Un hecho también significativo en aquel conflicto bélico que se cobró más de tres mil vidas, es que los dirigentes políticos y sindicales quedaron en clara evidencia huyendo, traicionando a su base una vez empezó la batalla. Pero las causas defendidas tenían más peso que el carisma o la capacidad oratoria de aquellos “líderes”, y los obreros se organizaron de forma espontánea para continuar con la revuelta, incluso haciendo prisioneros a sus anteriores líderes. Al cabo de quince días la revuelta fue sofocada, pero creó el precedente a nivel nacional de la posibilidad de hacer frente incluso al Ejército Español, algo que sin duda llevó a la guerra a la inmensa mayoría de las clases populares de toda España cuando Franco hizo el golpe fascista casi dos años más tarde, hecho que alargaría la Guerra durante tres años.

La Guerra Civil Española

Hay conflictos bélicos de los que a veces no se tiene en cuenta a nivel internacional toda la trascendencia que tuvieron, y éste és el caso de la Guerra Civil Española. Voy a explicar de manera breve en que consistió, por si hay algún chico joven o alguna persona que no sea originaria de España que lo desconozca. Después de más de ochenta años del alzamiento militar fascista contra una república constituida democráticamente en España, este conflicto armado que fue el preludio a la Segunda Guerra Mundial todavía levanta no pocas pasiones. Se han escrito muchos libros sobre esta guerra, y todavía se escribirán muchos más. Yo no soy historiador de profesión, así que solo quiero esbozar unas trazas de lo que se sabe comúnmente, añadiendo también alguna información personal conseguida directamente de mi familia.

Cataluña és una región al este de la península ibérica que se diferencia de otros territorios porqué habla su lengua, el Catalán, una lengua románica como lo son también el Italiano, el Castellano, el Francés o el Portugués. A finales del S.XIX y principios del XX hubo un movimiento artístico y cultural en Cataluña que se conoció como La Renaixença. De hecho, es un movimiento Romántico que deriva directamente del Romanticismo que ayudó a fundar el poeta alemán Ghoete. ¿Por qué se llamaba aquel movimiento artístico y político lo que se podría traducir como la vuelta a nacer? En parte porque el catalán había estado prohibido desde hacía unos ciento cincuenta años, desde que el rey absolutista Felipe V pudo, después de la guerra de sucesión, entrar dentro de las murallas de Barcelona en el año 1714. La población catalana se vio privada de su lengua en los organismos estatales y de su autogobierno y legislación que ésta había mantenido desde la unión de reinos que devino España poco antes del descubrimiento de América. Pero la lengua perduró en la cultura popular, hasta que encontró el camino propicio para volver a los libros y a la política en La Renaixença. Un movimiento que desemboca en su cúspide en las orgánicas construcciones arquitectónicas de Gaudí que actualmente reciben cada año a millones de turistas internacionales en Barcelona, en el modernismo.

El presidente del gobierno catalán que se pudo reconstituir en la República Española, Lluis Companys, declaró el Estado Catalán en medio de no pocas turbulencias sociales y políticas, casi dos años antes del Alzamiento Fascista que provocó una masacre entre hermanos que hacía mucho tiempo no se veía en territorio ibérico. Un conflicto en el que, como ustedes sabrán, ganó el fascismo, estableciendo una dictadura militar en el territorio español que duraría hasta 1976. El fascismo pero, no estaba solo. Hitler estaba en el poder en Alemania desde 1933, y Mussolini había creado de Italia el primer estado fascista en el 1925. Estados que abiertamente ayudaban a Franco, suministrándole armamento, artillería pesada y aviación en esta sanguinaria contienda. Incluso la Luftwaffe de Hitler bombardeó la ciudad de Guernica, en unas maniobras de entrenamiento en conflicto real del ejército que planeaba la invasión terrestre de toda la Europa Libre. Unas “maniobras” que inmortalizó Picasso en su cuadro que lleva el nombre de la cruelmente arrasada ciudad. Ésto lo sabían los gobiernos de los países más poderosos elegidos democráticamente de Europa: Francia e Inglaterra. ¿Por qué se negaban a ayudar a la España democrática, cuando en el escenario de la Segunda Guerra Mundial habían ya empezado los tiros? Para encontrar la respuesta adecuada, creo que hay que remontarse hasta el final de la Primera Guerra Mundial. En el Tratatado de Versalles que impusieron los aliados a Alemania. Un tratado de paz impuesto por los aliados vencedores que obligaba a Alemania a perder todas sus colonias y muchos de sus territorios en una contienda que se había generado para éso, para el control de las ricas colonias de las potencias europeas. Un tratado en el que además, los vencedores impusieron a la desgastada Alemania pagar los costes de los endeudados gobiernos Francés y Británico. Unos costes que incluso el economista Keynes admitió que era técnicamente imposible que los pagase sólo la población alemana. El obvio e inevitable impago de la deuda que tenían contraída los estados vencedores con los Bancos Privados que habían financiado la guerra que se llevó más de ocho millones de víctimas, generó una crisis de deuda que reventó la burbuja especulativa que corría en los años veinte. El crack de la bolsa del 1929 puso fin a la época de bonanza económica posterior a la Primera Guerra Mundial, precipitando los acontecimientos que hicieron que una Alemania deprimida y humillada internacionalmente, que veía en carnes propias el desastre de la hiperinflación derivada de usar una máquina de imprenta para intentar hacer dinero, viera en Hitler a su héroe salvador.

Así pues, teníamos en 1936 a unas potencias democráticas libres subyugadas todavía por la deuda que contrajeron con los bancos privados para sufragar la sangrienta contienda que conocemos como la Primera Guerra Mundial, que todavía arrastraba como una cadena de presidiario a los gobiernos elegidos democráticamente. Las evidencias luego saltaron por sí solas. Francia e Inglaterra no querían entrar en la guerra porque estaban arruinadas. Sus fracasos militares tan solo empezar la contienda lo demostraron, y hubiesen quedado en manos Nazis, de no ser por la entrada en el conflicto de los Estados Unidos.

Hitler, una vez en el poder declaró nulo el Tratado de Versalles. Nunca pagó los costes de la Primera Guerra Mundial, ayudó a constituir otro estado fascista en el sur de Europa, y comenzó con la anexión de los territorios que antes habían pertenecido a Alemania. Con la invasión de Polonia, los gobiernos Francés y Británico no tenían más excusas que dar a su población y declararon formalmente una guerra que llevaba más de tres años realizándose en Europa.

Una guerra en la que los fascistas imponían a la fuerza sus idearios a una República Española que sólo tuvo la ayuda internacional de unos 10.000 voluntarios de veinticinco países distintos que llegaban a España con el ideal romántico de luchar por la libertad, y se encontraban ante su frustración, con que no había armas con las que hacer frente al enemigo. Mientras por otro lado, la flagrante aviación de Hitler bombardeaba las ciudades. Completó el desaguisado Republicano el hecho de que sólo la Unión Soviética ayudó al Partido Comunista Español, que luchaba en el bando Republicano, con una simbólica ayuda.

Al desatarse la Guerra en España, la barbarie trajo más barbarie, y el caos político que había estado parcialmente controlado los últimos años se transformó en un polvorín donde los ajustes de cuentas y asesinatos estuvieron al orden del día, amparados por el vacío gubernamental. Las tensiones entre clases sociales también aprovecharon el conflicto para tomarse sus venganzas, y cada uno hacía su lucha particular en una guerra que estuvo perdida de antemano. La defensa de la República Democrática se encontró además, con la Revolución Comunista o de socialismo autoritario, y otra de obrera, pero antagónica, la Revolución Anarquista colectivista, que hicieron del territorio ibérico un potpurrí ideológico que dejaba desconcertados a los Brigadistas Internacionales que ya no sabían por que luchaban, como plasma Ken Loach en su film Tierra y Libertad, basado en la experiencia personal de George Orwell.

Así se sucedían los asesinatos de curas en las curvas de La Rabassada, y una alocada Revolución Anarquista de corpúsculos de fanáticos, que llegaban a los pueblos y mataban a los empresarios.

En Cadaqués por ejemplo, llegó un grupo de estos anarquistas que mató a los dueños de la fábrica de conservas de anchoas del pueblecito, y a sus hijos pequeños también.

-Estos anarquistas nos harán perder la guerra. – Decía mi abuelo regularmente durante el conflicto, que no terminó fusilado porqué era médico.

Y lo cierto es que aquellos anarquistas no se dieron cuenta de que las guerras se ganan primeramente de forma mediática, y que ellos estaban realizando la más pésima de las publicidades en beneficio de su causa –la libertad– pues cada vez eran más, los que se pasaban al bando fascista ante tales aberraciones.

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