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¿Por qué las editoriales no quisieron publicar La Conjura de los Necios?

La Conjura de los Necios es la obra maestra del escritor estadounidense John Kennedy Toole. En este post voy a realizar un análisis de las delicadas circunstancias que rodearon al escritor y su obra. No pretendo hacer un repaso enciclopédico del asunto. Para esto está la wikipedia con un artículo detallado con su vida y obra.

En este post voy a interpretar los hechos conocidos, y a dar mi opinión de lo que ocurrió entre bambalinas, aquello que difícilmente se puede probar por artículos en la prensa o por el testimonio de otras personas implicadas en el caso.

Para quien no conozca nada del autor y su obra, solo hay que decir lo siguiente: al finalizar su obra maestra, no encontró ninguna editorial que estuviese dispuesta a publicarla, y terminó suicidándose tras un periodo de depresión y crisis personal. Doce años más tarde, su madre consigue al fin que un pequeño editor la publique, e inmediatamente obtiene un éxito abrumador.

La Conjura de los Necios se escribe en los años sesenta en Estados Unidos. Al finalizar la segunda guerra mundial, se disputan el control del globo terráqueo la URSS y América del Norte en el periodo conocido como la Guerra Fría. Estados Unidos, aún defendiendo el principio de libertad de expresión y de prensa que lo diferencia teóricamente del modelo Stalinista de la URSS, empieza la caza de brujas a los artistas llamados comunistas por considerarlos antipatriotas(ver macarthismo en la wikipedia). Evidentemente, este proceso en la práctica se usa para silenciar las voces que van en contra de la mentalidad tradicional y puritana de los Estados Unidos. Ahora vamos a ver qué nos encontramos en La Conjura de los Necios:

En clave de humor, nos encontramos con un personaje detestable(Ignatius), que emprende una cruzada personal y alocada para cambiar la sociedad, la que él considera que se ha pervertido y navega en un insoportable nihilismo.

Bien. Está en clave de humor, y el lector se ríe de las bobadas de Ignatius, de sus visiones kafkianas, y de su loca cruzada. Pero la interacción con los distintos personajes en la trama nos muestra, usando personajes altamente estereotipados y identificables en nuestra sociedad, que aquí el único loco no es Ignatius. Vamos a realizar un respaso a los personajes con más carga simbólica:

Myrna Minkoff: Expareja de Ignatius, su media naranja, es una joven idealista de buena familia con contactos en el mundo del arte y la cultura, de tendencia ideológica hippie.

Gus Levy: Hereda una fabrica de pantalones, pero todavía no ha solucionado sus conflictos con su padre, lo que le provoca una aversión incontrolable el hecho de ejercer de forma responsable la dirección de la fábrica. Entonces la abandona a una serie de personajes cual más estrambótico y patético.

Sra. Levy: Mujer de Gus Levy. Ama de casa de la alta sociedad que se distrae haciendo cursos por correspondencia del psicoanális de Freud. El matrimonio no se traga mutuamente, y sus discusiones al amparo de las teorías freudianas son de lo más ácido y contundente de la novela. La Mujer entrometida que se piensa que lo sabe todo por el simple hecho de haber estudiado Freud queda retratada, al igual que la nueva religión que deviene el psicoanálisis. Sus hijas se largan de casa a la mínima ocasión.

Claude Robichaux: viudo que corteja la madre de Ignatius, pero ella es muy tímida y tiene la autoestima por los suelos por culpa de las locuras estrafalarias de su hijo. La amiga de la madre de Ignatius hace de alcahueta. El viudo tiene una buena pensión de la empresa pública de los ferrocarriles, argumento que usa la alcahueta(Santa) para emparejarlo con la madre de Ignatius. Es el típico hombre tradicional y patriota que es convencido por el macarthismo en la lucha contra el comunismo. La ácida ironía radica en que él se beneficia de una abultada pensión de una gran empresa estatal.

Lana Lee: lleva un negocio(léase prostíbulo), y vende fotografías eróticas de ella misma en la salida de los colegios.

Darlene: Puta barata que aspira a tener clase, pero ella es un poco corta y Lana le tiene que bajar sus aires de grandeza y explicarle cuatro cosas sobre el erotismo femenino.

Y me dejo muchos personajes secundarios aunque igualmente hilarantes y significativos, pero tengo que dejar algo para incentivaros a leer la novela, amigos 😉

Pero con esta breve pincelada tenemos la instantánea de la magnitud subversiva de la obra, algo que las editoriales con el miedo al macarthismo no se atrevieron a publicar, ni hasta doce años después de la muerte del autor.

¿Pero alguien se piensa que el espíritu de John Kennedy Toole murió con él?

¿Quién manda en los grupos mediáticos?

El sistema de libre mercado deja de existir cuando se crea un monopolio. Una de las tareas del gobierno que dice defender el libre mercado es la legislación y la defensa de una competencia real. Pactar precios, hacer holdings empresariales que controlen la mayoría del mercado es una manera de eliminar la libre competencia perjudicando al consumidor, que deja de poder elegir entre distintos productos o servicios según su criterio. El negocio de la información y la cultura es un sector estratégico para cualquier poder. Y con la crisis se ha evidenciado públicamente que los grandes grupos mediáticos y editoriales dependen de los bancos. Si enciendes la televisión o compras un Best Seller al uso, nunca te vas a encontrar con una crítica bien construida al sistema financiero actual. De hecho, el poder de la banca es tan grande, que ni estudiando la carrera de Ciencias Económicas podrás acceder a una crítica seria o al estudio de alternativas al sistema de Bancos Centrales y Reserva Fraccionaria.

http://www.elconfidencial.com/empresas/2014-04-22/faine-y-botin-exigen-a-lara-vender-activos-del-grupo-planeta-por-su-elevada-deuda_119143/

http://www.larazon.es/detalle_hemeroteca/noticias/LA_RAZON_370009/9992-vocento-dispara-su-deuda-hasta-120-millones-y-aumenta-sus-perdidas#.Ttt1CrmRtSMH6sg

http://www.lanacion.com.ar/1646950-prisa-la-editora-de-el-pais-renegocio-su-deuda-y-preve-vender-activos-en-television

Relato Cristo sobre patines de Charles Bukowski:

(…)
   —Entra —dijo Mason. Era Monster Chonjacki, barbudo, dos metros veinte de altura y 180 kilos. Chonjacki apestaba. Empezó a llover. Se podía oír un camión de carga pasando por debajo la ventana. Eran realmente 24 camiones yendo hacia el Norte. Chonjacki seguía apestando. Era la estrella de los Yellowjacketts, uno de los mejores patinadores a ambos lados del Mississippi, a 25 metros a cada lado.
   —Siéntate —dijo Mason.
   —No hay sillas —dijo Chonjacki.
   —Déjale la silla, Cliff.
   El vicepresidente se levantó lentamente, dando toda la impresión de un hombre que va a tirarse un pedo, no lo hizo y fue a apoyarse contra la gruesa ventana amarilla, observando a la lluvia golpear en el cristal. Chonjacki se sentó, bajó la cabeza, cogió y se encendió un Pall Mall. Sin filtro. Mason se inclinó por encima del escritorio.
   —Eres un ignorante hijo de puta.
   —¡Eh, espere un momento!
   —¿Quieres ser un héroe, eh, hijito? Te excitas cuando niñitas sin un solo pelo en sus coños corean tu nombre?
(…)
   —Esto, nene, es un negocio, no un deporte. No creemos en gente que haga daño. ¿Me explico bien?
   Chonjacki estaba allí sentado, escuchando la lluvia. Se preguntaba si su coche iba a arrancar. Siempre tenía problemas para arrancar su coche en días de lluvia. De todos modos, era un buen coche.
   —Te he preguntado, nene, si me he expresado bien.
   —Oh, sí, sí…
   —Dos costillas partidas. Dos de las costillas de Sonny Wellborne partidas. Es nuestro mejor jugador.
   —¡Espere! Él juega para los Vultures. ¿Cómo puede ser nuestro mejor jugador? Wellborne juega para los Vultures.
   —¡Gilipollas! ¡Nosotros llevamos a los Vultures!
   —¿Que llevan a los Vultures?
   —Sí, lameculos. Y a los Angels y a los Coyotes y a los Cannibals, y a cualquier otro maldito equipo de la Liga, son todos de nuestra propiedad, todos esos chicos…
   —Cristo…
   —¡No, Cristo no; Cristo no tiene nada que ver con esto! Pero, espera, me has dado un idea, idiota.
   Mason se dirigió hacia Underwood, que seguía mirando la lluvia por la ventana.
   —Es algo que hay que pensar —le dijo.
   —Uh —dijo Underwood.
   —Deja de pensar en tu polla, Cliff, Piensa en esto.
   —¿En qué?
   —Cristo en patines. Tiene posibilidades ilimitadas.
   —Sí. Sí. Podemos enfrentarle con el diablo.
   —Eso es bueno. Sí, el diablo.
   —Podemos incluso hacer algo con la Cruz.
   —¿La Cruz? No, ya hay bastante tomate.
   Mason se volvió hacia Chonjacki. Chonjacki seguía allí. Se sorprendió de verle. Si se hubiera encontrado con un mono allí sentado, se hubiera sorprendido menos. Mason había visto muchas cosas. Pero no era un mono, era Chonjacki. Deber, deber… todo por el alquiler, un pedazo ocasional de culo y un entierro en el campo. Los perros tienen pulgas, y los hombres problemas.
   —Chonjacki —dijo—, por favor, déjame que te explique algo. ¿Me escuchas? ¿Eres capaz de escuchar?
   —Estoy escuchando.
   —Esto es un negocio. Trabajamos cinco noches a la semana. Salimos en televisión. Alimentamos familias. Pagamos impuestos. Votamos. Compramos papeletas de los jodidos policías como cualquier otro. Sufrimos dolor de muelas, insomnio, enfermedades venéreas. Nos gusta celebrar la Navidad y el Año Nuevo como todo el mundo. ¿Entiendes?
   —Sí.
   —Incluso, a veces, nos deprimimos. Somos humanos. Yo incluso, a veces me deprimo. Algunas veces me siento como si llorara en medio de la noche. Tan cierto como el infierno que me sentí llorar la pasada noche cuando le rompiste dos costillas a Wellborn…
   —¡Me estaba puteando, señor Mason!
   —Chonjacki, Wellborn no tocaría un pelo del codo izquierdo de tu abuela. Él lee a Sócrates, Robert Duncan y W.H. Auden. Ha estado en la Liga cinco años y no ha causado el suficiente daño físico para molestar siquiera a una vieja beata…
   —Me estaba atacando, me acosaba, me estaba gritando…
   —Oh, Cristo —dijo Mason, dulcemente. Puso su puro en el cenicero—. Hijo, no te lo he dicho. Somos una familia, una gran familia. No nos hacemos daño entre nosotros. Nos hemos conseguido la mejor audiencia subnormal de todos los deportes. Hemos reunido a la mayor masa de idiotas vivos que nos meten el dinero directamente en nuestros bolsillos. ¿Te das cuenta? Hemos sacado al clásico idiota de la lucha profesional, de Me gusta Lucy, y de George Putnam. Lo tenemos en nuestra manos, y no creemos en cualquier intento de maldad o violencia por parte de nuestros chicos. ¿Cierto, Cliff?
   —Cierto —dijo Underwood.
(…)
   —Ahora, mira, chico, aquí tenemos una regla general, que es… ¿Estás Escuchando?
   —Sí.
   —…que es: Cuando alguien en la Liga hace daño a otro jugador, queda fuera del juego, fuera de la Liga; de hecho, desaparece como jugador, entra en la lista negra de cualquier torneo en América. Y puede que en Rusia y China y Polonia también. ¿Te metes esto en la cabeza?
   —Sí.
   —Ahora vamos a dejarte pasar esto porque hemos gastado mucho tiempo y dinero en fabricarte. Eres el Mark Spitz de nuestra Liga, pero podemos barrerte igual que ellos pueden barrerle a él, si no haces exactamente lo que te digamos.
   —Sí, señor.
   —Pero eso no quiere decir que te tumbes de espaldas. Tienes que actuar violentamente sin ser violento. ¿Te enteras? El truco del espejo, el conejo fuera del sombrero, el túnel lleno de boloña. Les encanta ser engañados. No saben la verdad, pero tampoco quieren saberla, les hace sentirse desgraciados. Nosotros les hacemos felices. Y conducimos coches nuevos y mandamos a nuestros hijos al colegio. ¿Cierto?
   —Cierto.
   —Está bien, lárgate echando leches de aquí.
   Chonjacki se dispuso a marcharse.
   —Y, chico…
   —¿Sí?
   —Date un baño de vez en cuando.
   —¿Qué?
   —Bueno, a lo mejor no es de eso. ¿Usas suficiente papel higiénico cuando te limpias el culo?
   —No sé. ¿Cuánto es suficiente?
   —¿No te lo dijo nunca tu madre?
   —¿El qué?
   —Te limpias hasta que no veas más mierda.
   Chonjacki se quedó allí de pie, mirándole.
   —De acuerdo, puedes irte ahora. Y, por favor, recuerda todo lo que te he dicho.
(…)

Bukowski, El Sur de ningún Norte, 1973

 

¿Por qué cambian los títulos?

Todos sabemos que muchos libros y películas tienen distintos títulos al traducirlos del inglés al castellano. ¿Por qué sucede esto? ¿Tan diferentes son las culturas, los pueblos, que hay que cambiar el eslogan, la frase visible que nos informa sobre el contenido de la obra? Un título es algo especial, es el resumen del resumen. Da información sobre lo que nos encontraremos, al mismo tiempo que se busca el efecto impactante para captar la atención del público. El público, esta masa amorfa de gente que para las grandes editoriales o productoras solo significa una cosa: dinero. El título de una obra es parte de la obra, y cambiarlo porque alguien en el gabinete de una editorial piense que así llegará mejor al público local, sencillamente es una falta de respeto a las personas que han intervenido en la creación de dicha obra. Voy a poner el ejemplo de un libro de Charles Bukowski; El Sur de ningún Norte. No, no hagáis el esfuerzo de buscar este título en google, porque no lo vais a encontrar. Aunque si buscáis South of no North sí que lo vais a encontrarY si os cuesta leer en inglés, tendréis que buscar en google: Se busca una mujer.

De aquí llegamos a la conclusión que los editores españoles tienen un concepto sobre su público como un poco más simple y primitivo que los editores americanos. Se busca una mujer es el título de uno de los relatos que nos encontraremos en El Sur de ningún Norte, junto a perlas de la literatura moderna, metáforas de nuestra sociedad, y demás relatos de los fondos urbanos que Bukowski conocía bien.

Pero también se podría interpretar el cambio de título por la consideración de que el público español tiene problemas para entender las metáforas, así como el juego con los opuestos arriba-abajo, Norte-Sur… Tiran más dos tetas que dos carretas: éste es el mensaje que el público español está preparado para consumir, según la editorial.

Podría poner ahora el ejemplo del libro que comenté en este post: El hombre en el castillo. Tengo que decir que nunca me atrajo este título, y me costaba entender su significado. Y el otro día me encontré con la sorpresa de que el título original es: El hombre en el castillo elevado. Entonces todas mis dudas se desvanecieron al instante, y comprendí la totalidad de la obra. Otra vez, las editoriales españolas creyeron que el público español solo sabe arrastrarse por el suelo incapaz de ver las alturas, lo que nos lleva a la inevitable conclusión de que el mundo editorial simplemente navega en el Sur de ningún Norte.

Y si queréis encontrar el Norte entre el meollo cultural de la actualidad, leed el relato Cristo sobre ruedas del libro Se busca una mujer. Yo no lo publico aquí porque me crujen a demandas judiciales sobre derechos de autor aunque el pobre Bukowski esté ya fiambre, porque esto sí que lo saben hacer las editoriales: criticar la difusión del arte, Internet, y las nuevas tecnologías…

 

 

Aventuras de un outsider en el negocio del libro 1

Ya está. Terminé mi primer libro. Horas y horas repasando, atando cabos sueltos en la trama, modificando el estilo de algunas frases, y al final, tengo mi novela. El aislamiento del mundo exterior que necesita el escritor, separarse por unos meses de la vorágine de la sociedad frenética del s.XXI para dejar espacio a la mente creativa y artística, también llegaba a su fin. Ahora tocaba enviar el manuscrito a las editoriales. Mi anterior trabajo no tenía nada que ver con el mundo de los grupos editoriales, así que no sé muy bien por donde empezar. Busco un poco de información en Internet, y doy con que la mejor manera que tengo para mostrar mi obra es enviar un e-mail a las editoriales con una breve presentación. Busco siete editoriales, y les mando el manuscrito pidiendo amablemente su valoración. Pero yo sé que todo se puede mejorar, y aprovecho la espera para realizar otro repaso exhaustivo a mi obra, al mismo tiempo que publico algún que otro capítulo en mi blog para promocionarla, y sigo investigando sobre el misterioso mundo editorial. Descubro entonces que hay la llamada crisis del libro. Resulta ser que las ventas han bajado, muchas librerías han cerrado, y las editoriales pierden dinero a raudales. Leyendo ciertos artículos en Internet, descubro que la culpa es precisamente de las nuevas tecnologías, del libro electrónico, y de la piratería.

Modifico un poco mi libro, añado capítulos, elimino ciertas cosas, y al cabo de unos meses recibo un e-mail de un editor:

Nos parece interesentante su obra, pero no encaja en nuestra linea editorial.

Al cabo de unos días, recibo otro e-mail de una editorial alternativa:

Hemos estado valorando la posibilidad de publicar su obra, pero al final hemos decidido descartarla. Uno de los factores que ha influenciado en nuestra decisión es que usted ha publicado demasiados capítulos en su blog. Esto conlleva un problema con la piratería.

Yo, a medias entre la alegría de que alguien pudiese estar dispuesto a publicar mi obra, y la incomprensión por las razones de su rechazo final, contesto el e-mail educadamente, dando las gracias por haber realizado el esfuerzo de leerla, pidiendo alguna aclaración más al respecto de su decisión. No recibo respuesta. Quien me responde es otra editorial, que me comenta que tiene demasiados libros por leer y que lamentándolo mucho, no va a valorar mi obra. Otra me contesta que tienen cerradas las publicaciones hasta 2016.

Ahora mi novela está repasada y mejorada, y descubro por Internet la posibilidad de la autopublicación. El avance de la tecnología ha permitido abaratar costes en la producción de libros, y encuentro una editorial que me realiza un diseño de la portada, me gestiona los trámites burocráticos que desconozco, y me imprime unos pocos ejemplares, todo a un precio razonable. Ya que decidí escribir, pienso que no está de más realizar una pequeña tirada con lo que queda de mis ahorros para así poder promocionar mi obra. Contrato el servicio con la editorial, y me envían una maquetación del interior para mi valoración. Ante mi sorpresa, me presentan un libro enorme con letras para ciegos y unos márgenes dignos para tomar apuntes. Su propuesta ocupa el doble de páginas de las que yo había calculado, lo que encarece la impresión. Entonces me levanto, agarro uno de mis libros favoritos de Hemingway que tengo en edición de bolsillo, y hago unas pequeñas medidas con una regla. Tomo nota, y envío un correo a la editorial con aquellas medidas. Entonces ellos vuelven a realizar la maquetación interior, me la envían por e-mail, y yo la evalúo. Una sonrisa en mi rostro delata entonces mi satisfacción, y les digo que pa’lante.

En dos semanas recibo en casa los ejemplares que había pedido, y me dispongo a presentar mi obra en las librerías. Hacía tiempo había trabajado de comercial a puerta fría, y no me asusta patearme la calle vendiendo un producto, así que, mando a imprimir unas tarjetas de visita, me corto el pelo, me afeito la barba que llevaban tiempo creciendo descontroladamente, me visto con una camisa, y coloco unos cuantos ejemplares en las librerías del pueblo.

Pero yo pienso a “lo grande”, y decido que mi pueblo es demasiado pequeño. Y la gran urbe cosmopolita de Barcelona se encuentra a tan solo media hora, así que investigo en Internet sobre las librerías que se encuentran en la ciudad para realizar una ruta de promoción. Navego un rato, y doy con la siguiente página de El Periódico.

http://www.timeout.cat/barcelona/ca/botigues/millors-llibreries-culte

Para quien no entienda el catalán, la página da una pequeña explicación de las mejores librerías de culto en la ciudad condal. Navego un poco más, y me encuentro con entrevistas a libreros quejándose por la piratería, crónicas sufridas de los cierres de las librerías míticas, y la explicación de un caso parisino, el de la librería Shakespeare & Company, que abrió sus puertas en el año 1919 apostando por la publicación de autores desconocidos y controvertidos como James Joyce y su Ulises, que en la actualidad es tan solo un punto de parada para el turismo de masas. http://culturadelsoma.com/llibreries-de-barcelona/

Me anoto una cuantas direcciones en una hoja, y decido ir a Barcelona a patearme las llamadas librerías de culto del anterior link.

Entro en +Bernat. Resulta ser que combinan el negocio de los libros con una cafetería, y hay mesas entre los estantes para tomar algo mientras hojeas tus posibles compras. Se ve que ésta puede ser una salida a la crisis del sector, junto al turismo de masas. La encargada es una mujer de unos sesenta años a quien me encuentro amorrada en la pantalla de su ordenador buscando un título a un cliente varón de aproximadamente su edad. Parecen conocerse, y yo decido darme un paseo por la librería. Hay un poco de todo; clásicos, novedades, novela negra, Dan Brown, biografías, libros de bolsillo… ¿por qué será que en todas las librerías hay como mínimo siete libros distintos de un tal Ken Follet bien colocados y visibles? La encargada sigue hablando con su cliente, y yo me acerco un poco.
—¿No tenéis uno que hace una comparación del proceso independentista de la actualidad con lo que se vivió a principios del s.XX? Se ve que son idénticos los dos movimientos —decía el hombre mayor.
—A ver, te lo busco… suerte de los ordenadores, podemos encontrar cualquier libro al momento… esto de la informática es genial. No, todavía no me ha llegado.

Yo ya llevo media hora esperando a que me atiendan, y en un momento de silencio hago un inciso.
—Hola, que he editado un libro, y es por si les interesa ponerlo a la venta —digo con orgullo. La mujer me mira, y luego contesta:
—Sí, un momento.

Su respuesta me da a entender que están dispuestos a tener tratos conmigo, y decido esperar tranquilamente entre los estantes.
—¿Esto es de bolsillo? —Oigo al cliente que pregunta incrédulo a la encargada señalando unos tomos enormes con tapa blanda que difícilmente cabrían en una mochila.
—Sí, esto es de bolsillo —contesta ella.

Siguen hablando los dos sobre las novedades editoriales, y al cabo de veinte minutos, el hombre se despide.
—He traído unos ejemplares del libro, si les parece bien se los puedo dejar en depósito —digo entonces a la encargada. Ella agarra un ejemplar y mira seriamente la portada durante unos segundos.
—Esto no tiene salida.
—¿No vendéis autoeditores?
—No. Luego se quedan los ejemplares por aquí, no sabemos qué hacer con ellos… —Me sorprende el hecho de que no gira ni la portada para leer la pequeña sinopsis de atrás, ni me pregunta nada sobre su contenido. Estaba claro que yo ya no tenía nada más que hacer allí, así que me guardo mi ejemplar dignamente, y doy las gracias a la mujer por su tiempo y amabilidad.
—Pues nada, a vender lo que digan los grupos editoriales. —Ella no responde, y yo salgo de la cafetería.

Tenía otra dirección apuntada de la página de Internet de El Periódico que había estudiado con anterioridad: la librería Laie. Me subo a mi vehículo, y me muevo de l’Eixample Esquerra a l’Eixample Dreta en diez minutos. Cargo unos ejemplares de mi libro en la maleta, y entro en la opulenta librería de Pau Clarís.
—Hola, que tengo un libro editado, y es por si queréis ponerlo a la venta. —Le digo a una chica que se encuentra detrás de un mostrador.
—Es que… la persona que normalmente se ocupa de esto hoy no está…
—¿Qué quiere decir normalmente? Yo dejo los libros en depósito, me firmas el albarán, y ya está. —Le comento resolutivamente.
—A ver, un momento, hago una llamada. —Ella agarra el teléfono, y comenta mi llegada a alguien—. Bueno, puedes pasar, en el fondo del pasillo una persona te atenderá. —Me comenta con timidez.
—De acuerdo, gracias. —Me dirijo hacia donde me han indicado, y me encuentro con un hombre de mediana edad sentado detrás de una mesa y un ordenador.
—Hola, que tengo un libro editado —saco un pack de cuatro ejemplares precintados, y lo dejo encima de la mesa— ¿lo queréis poner a la venta? —Él mira desconfiado el pack y lee la contraportada.
—¿Puedo abrir el precinto?
—Sí, claro. —Él rompe el plástico con una llave, y abre el libro por la primera página mientras mueve la cabeza lentamente hacia los lados. Luego avanza a la mitad del libro, y silenciosamente vuelve a mover la cabeza hacia los lados.
—No te lo puedo coger. La edición es muy mala.
—¿A sí? —Pregunto por curiosidad. Es la primera vez que lo hago con la empresa que me lo ha editado.
—Sí. Esto en nada empiezan a caérsele las hojas. Y los márgenes… no tiene casi márgenes… no puedo vender esto.
—¿Márgenes? Yo tengo libros en casa con estos márgenes. —Él se queda callado unos segundos con expresión de sorpresa.
—Sí… pero esto lo hacían antes… ahora ya no los hacen así. —Sabiendo yo que el formato que había copiado era de una edición del grupo Planeta del año pasado, me doy cuenta en aquel momento que va a ser imposible entablar una conversación mínimamente inteligente con aquel hombre, así que agarro mis ejemplares, le doy las gracias por su tiempo, y me largo de allí.

 

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