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Antonio y Cleopatra
Personajes históricos de primer nivel, el abandono a un romance imposible justo antes del triumfo del Imperio Romano como poder hegemónico en occidente, el drama de estos dos personajes reales continúa vivo. Shakespeare lo desempolvó en el Renacimiento y lo elevó a la categoría que quince siglos de autoritarismo y oscuridad quisieron arrebatarle; la Tragedia Mitológica.
La Puta, niñata consentida, o Femme Fatal que para muchos significa el nombre de Cleopatra, era en realidad la manifestación de unas creencias místico-religiosas que perduraron milenios en la antiguedad. Unas creencias que unían la cultura egipcia con la griega, y que dieron lugar precisamente a La Tragedia: el origen indiscutible del teatro. Cleopatra se identificaba con la diosa Isis. Resumiendo el mito de Isis-Osiris que fundamenta la mitología egipcia, su hermano Seth teje una conspiración para usurpar el trono, mata a Osiris, y su amada Isis busca los restos de su cuerpo con la intención de resucitarlo. Lo consigue con sigilo, hace el amor con Osiris, y de su unión nace Horus, que pierde el ojo en la lucha contra el malvado Seth en su venganza. Entonces Horus, el hijo de Isis y Osiris, pasa a ser el representante del poder cósmico en la Tierra, y todos los faraones de la época de esplendor de Egipto se identifican a sí mismos con Horus para traer prosperidad, orden y legitimidad a su poder.
Cleopatra, descendiente de la familia griega de los Ptolomeos que reinó en Egipto tras la asimilación de aquellas mitológicas tierras por parte de Alejandro Magno, realizó un paso más y se presentó a sus súbditos nada más y nada menos como la madre de Horus, Isis, que evidentemente, para completar aquella identificación mitológica necesitaba no a otro que al mismísimo Osiris que reinase a su lado con el mismo rango de poder.
Osiris, o Dioniso, el dios del vino griego, es el tutelador de las iniciaciones místicas paganas junto con Deméter, que se identifica también con Isis, la madre Tierra, la deidad femenina primordial. Al igual que Osiris, Dioniso es hecho pedazos y luego recompuesto. Es una metáfora para designar el ciclo muerte-resurrección al que cualquier ser vivo se encuentra atado. Primero le tocó al intrépido Julio César, que tras realizar su golpe de estado y erigirse como emperador, es seducido por Cleopatra e identificado con Osiris-Dioniso en la ceremonia de matrimonio con la reina de Egipto. Termina asesinado a puñaladas en las calles de Roma. Luego le tocó a Marco Antonio, que termina su vida de manera un poco más digna como soldado, en la lucha por el poder en el mediterráneo contra el joven Octavio Augusto, que se impone bélicamente a la pareja Cleopatra-Marco Antonio. Cleopatra decide también acabar con su vida, pero no de cualquier forma. Recoge el símbolo de la serpiente ligado desde los primeros tiempos a El Conocimiento, asociado también a la diosa Isis, pasando al otro mundo tras la mordedura de una cobra.
Así pues, Cleopatra y Marco Antonio abandonan el mundo terrenal dejando un huella imborrable, envueltos en el misterio, la pasión, y el amor que perdura a lo largo de milenios. Misterios como el destino de uno de sus hijos, Helios Alejandro, que a diferencia de su hermana Selene que fue usada por Octavio en sus intereses públicos, desapareció de todo registro oficial. Los tiempos venideros consagrarían la analogía Selene-Helios, o Luna-Sol como la oposición de los complementarios místicos, de la misma manera que Isis-Osiris; los títulos que llegaron a ostentar Cleopatra y Marco Antonio.
Estilos narrativos
Los tipos de narración que más abundan son: narrador omnipresente en tercera persona(como si fuera Dios), y narrador en primera persona que explica sus vivencias.
El narrador que todo lo sabe… ¿cómo lo sabe todo? La escritura llamada realista normalmente adopta la primera persona: el narrador explica sus vivencias personales, sus pensamientos, sus sensaciones, ya sean realidad o fruto de su imaginación.
Para escribir de manera realista y trabajar la psicología de varios personajes además de las acciones observables desde el exterior, el escritor tiene que realizar el esfuerzo de salirse de un solo cuerpo para así poder entrar en la mente de muchos, alternando de este modo hechos con pensamientos. En mi primera novela usé un enfoque narrativo múltiple junto a monólogos interiores, separando las distintas perspectivas por capítulos.
Hay momentos en que el narrador omnipresente en tercera persona se funde con los pensamientos de los distintos personajes creando cierta ambiguedad en el estilo narrativo siguiendo con respeto y admiración la senda iniciada por los maestros Hemingway o Joyce. Entonces son los propios personajes que explican la historia. La técnica estilística resultante de dicho ejercicio deviene de esta manera una metáfora para expresar que no existe un ente superior omnipotente, sino tan solo múltiples individuos con ambiciones, deseos, miedos… que se relacionan en el juego de la vida, y la historia no es nada más que el rastro que han dejado en su interacción: filosofía en la literatura, pues según Shakespeare, la vida es un teatro.
Shakespeare, La tragedia de Julio Cesar: Casius hablando a Brutus(Acto 1, escena 2):
Los hombres en algún momento son dueños de su destino:
El problema, querido Brutus, no está en nuestras estrellas,
sino en nosotros que permanecemos debajo.
Shakespeare, Antonio y Cleopatra: Cleopatra hablando a sus sirvientas justo antes de dejarse morder por la cobra:
Oigo a Antonio que me llama: lo veo
levantarse para honorar mi noble acto.
Oigo como se ríe de la suerte de Octavio,
la que conceden los dioses a los hombres
como consuelo al finalizar su ira:
marido, estoy en camino:
¡Ahora que mi coraje prueba mi título!
Soy fuego y aire; mis otros elementos
los abandono ahora a una vida más simple.