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Philip K. Dick II

En su novela El hombre en el castillo, Philip K. Dick nos presenta un mundo paralelo, otra realidad que se ha bifurcado de la conocida por todos nosotros, a partir de la Segunda Guerra Mundial. En su novela ganan los nazis y los japoneses, es decir, el fascismo. Es un ejercicio de ficción, una ucronía, es el nombre técnico que recibe este tipo de literatura. Hasta aquí todo bien, hemos clasificado esta novela en un género narrativo claramente definido que todos podemos distinguir. El problema surge cuando intentamos comprender la totalidad de las referencias, metáforas y parábolas que impregnan la obra, pues si El hombre en el castillo es algo, desde luego que no es nada ortodoxo o definible en unas pocas líneas por los comentaristas editoriales. Voy a hacer yo mismo el esfuerzo de ir más allá en la interpretación de la obra.

a) Esta realidad paralela no es una mera invención del escritor.

b) Se trata de un espejo que muestra aquello que permanece oculto en la realidad que conocemos como habitual.

c) En este espejo reconocemos la dualidad realidad-ficción, vigilia-sueños, consciente-inconsciente, ying-yang.

d) En la realidad paralela que no es nada más que un espejo que muestra el lado complementario, existe un escritor que publica una ucronía en donde la Segunda Guerra Mundial la había ganado Estados Unidos, llamada La langosta se ha posado.

e) Descubrimos de esta forma a través del espejo que quien ganó la Segunda Guerra Mundial fue nada más y nada menos que el fascismo, quedando el nombre del país, el nombre de la ideología en segundo lugar, uniéndose ficción con realidad, la aparencia con la la esencia, en el satori; el conocimiento del lector.

Fiestas Nacionales

Después de una semana de duro trabajo como ingeniero-programador en una construcción industrial, volvía a estar en mi tranquilo pueblo en las afueras de Barcelona. Eran las fiestas de la Constitución el martes siguiente, lo que hizo que tuviese un fin de semana largo de cuatro días. Aquel martes se celebraba el aniversario de la Constitución Democrática Española que promovió el Rey Juan Carlos I, designado sucesor del General Franco. Yo estaba contento y tranquilo con el trabajo bien hecho de la semana, y me disponía a relajarme y a disfrutar todo lo que se pudiese durante esos días.

Estuve el sábado en el Broadway Café con mis amigos. John, Laura y su novio Antonio quisieron ir a un concierto de O’funkillo que se celebraba en el pueblo vecino. John además, era amigo del bajista de un modesto grupo de l’Hospitalet, la Funkoteca, que hoy hacían de teloneros del mejor grupo funk-rock del planeta aceituna. Yo me apunté sin pensar a tan suculento plan. Nos levantamos y pasamos al interior del Broadway Café para pagar lo que les debíamos a los orientales dueños que lo llevaban. Allí vi a Elisa y a Mónica en una mesa contigua a la ventana. Elisa miraba hacia mí, con una sonrisa de bebé feliz que a veces regala. La cabellera ondulada de Mónica estaba de espaldas a mi. Fui a saludarlas y a ofrecerles de venir con nosotros al concierto.
-Hola.
-Hola – Dijo Elisa, que no paró de sonreír.
-Nosotros vamos al concierto de O’Funkillo en Cerdanyola.- Ya sabía que no vendrían, pero lo tenía que intentar. Además, sentía la necesidad de comunicarme con Ellas, que se materializase también en el mundo fenoménico lo que en lo más profundo de mi corazón ya existía: una unión emocional.
-Vale- Dijo Elisa.
-Lo digo sólo por si queréis…- No terminé la frase, pues Mónica estaba mirando entre la mesa y la grande ventana que daba a la transitada calle. No quiso regalarme una de esas miradas con las que puedes llegar a perder la conciencia del yo.
-Bueno… que vaya bien.- Pude decir al fin.
-Adioos- dijo cariñosamente Elisa.

Es muy tímida, pensé. Y me dispuse a ir con mis amigos a pasarlo bien en el concierto. Fue un concierto divertido. Bailamos, tomamos unas copas y pudimos escuchar buen funky aunque el grupo andaluz-galáctico no estaba con toda la banda al completo como la había visto un año antes en la sala Razzmatazz de Barcelona.

Me lo habría pasado fenomenal, si no fuera porque una cosa rondaba por mi inocente cabeza. Un hecho en el que todavía no había prestado la suficiente atención, y volvía a mí de forma algo desagradable cuando yo intentaba disfrutar de mi bebida y del entorno festivo en el que me encontraba. Y es que aquella tarde la vi a Ella. Y no pareció un encuentro casual. Después de volver con mi coche desde la España profunda, llegaba feliz a mi pueblo de acogida. Exultante por el ánimo de haber hecho bien el trabajo, y de llevar seis horas escuchando la mejor música en mp3, en el flagrante audio de mi carro, bajaba por la avenida que llevaba a mi casa. En mi mente apareció Ella. Y acto seguido la fui buscando por las aceras contiguas al asfalto por el que me deslizaba placenteramente. Deseé que ella estuviese allí. Y de pronto, sus ojos se clavaron en mi eufórico ser. Ella estaba, allí. Subía por la acera de la misma calle, en dirección hacia mí. Nos miramos unos largos segundos, mientras ella seguía caminando, y mi coche deslizando al ralentí. Ella se paró ante el semáforo que le permitiría cruzar la calle, que en irreconciliable contraste se encontraba en verde para los vehículos. Instintivamente estiré el pié derecho, lo que provocó una brusca sacudida a mi vehículo deslizante, cuando, recordando a grandes rasgos la normativa de circulación, realicé que no podía pararme en medio de la calle ante un semáforo que claramente, estaba todavía en verde. Así que levanté el pie del freno, y mi vehículo extrañado siguió su suave recorrido inercial calle abajo. En cuando aquél hubo pasado la intersección de calles que daba funcionalidad al semáforo, sí que apreté conscientemente de golpe el pié derecho contra la palanca del servofreno. Ella cruzaba grácilmente la calle en la altura que yo acababa de sobrepasar con triste impotencia y melancolía.

En la noche siguiente, Mónica salió al fin de su introspección. En el bar La Bohemia que tanto había presenciado ya, se puso a bailar delante de mí con su inseparable consorte Andrea. Pero yo no podía hacer daño a Mónica. Con alguna otra chica que no me importase, esa situación podría haber servido para desahogar mis tensiones y ponerle de paso celos a mi etérea amada. Pero no con Mónica. Me lo dejó bien claro la otra vez: – O ella o yo-. No podía enrollarme con ella cuando en mi mente estaba Lorien, así que me giré hacia la barra ignorándola descaradamente y me pedí un Bourbon doble sin hielo, que anestesió por unos momentos la frustración de aquél deseo insatisfecho.

Al día siguiente calmé mi dolor haciendo música. Toqué el bajo, digitación, técnica de slap con metrónomo para mantener un ritmo constante, y por la tarde vino a mi casa Miles, uno de mis amigos profesional del jazz. En mi sótano compartimos las emociones que de otra forma se resistían a salir de nuestros desencantados cuerpos. Él con su guitarra hacía una melodía en la que yo intentaba marcar la tónica  y quinta de la escala dórica en que nos encontrábamos, mientras hacía alguna que otra variación dictada por el momento.

Fuimos luego los dos a La Bohemia a tomar unas copas. En la confusión de la noche lo perdí de vista, pero a quién sí que vi fue a Pep y a Adriana, mis dos amigos, que estaban tomando cervezas en la zona de abajo del karaoke. El local estaba ligeramente vacío, con un par más de grupitos solamente, que se iban alternando canciones para desahogar pasiones y carreras artísticas frustradas con bastante dosis de razón. Voy a vaciar mi hinchada bufeta en el lavabo de un solo orín con una puerta a media altura sin pestillo que hay debajo de las escaleras. Estaba disfrutando del placer relajante que suele producir dicha acción, cuando alguien pega un golpe brusco en la puerta, que se abre de golpe. No quiero interrumpir mi estado placentero, así que le dirijo una mirada asesina mientras sigo con la liviana tarea de evacuación de fluidos.
-Vale, vale- se escuda él risueñamente, pareciendo entender que más le valia tener la paciencia de esperar un ratito a que yo terminase mi trabajo.

Termino, y me dirijo hacia la mesa donde se encuentran Pep y Adriana, preguntándome porqué existe gente tan imbécil en este planeta. Ese tío ya lo había visto con anterioridad, y me habia parecido de todo, menos algo limpio. Decido olvidarlo e ir a pasármelo bien con mis amigos.

Adriana y yo nos llevamos muy bien. Si no estuviera Pep allí, hubiésemos ido a la cama, pero este hecho en sí mismo és un deseo personal y una incongruencia al mismo tiempo, porque Adriana estaba allí, por Pep. Y yo sé que Pep la quiere, y no quiero hacer daño a ninguno de los dos. Pero no por eso la química dejaba de ser menos clara, y tonteábamos entre risas, pellizcos y pícaras miradas de tamaña belleza pelirroja. Para desazón de Pep, el otro grupo que yacía en la estancia sube al escenario a cantar, en medio de desaforadas exhortaciones patrióticas, lo que parecía un himno profascista español. Pep es independentista catalán, y como todos los catalanes, sufrimos casi 40 años de prohibición y persecución de nuestra lengua por parte del Fascista Franco. Veo que uno de los que canta es mi amigo del retrete. No sé que le molestó más, si mis juegos inocentes con su chica o aquella aberración a nuestros oídos y sentimientos, pero cuando aquellos dos bajaron del escenario, Pep se fue para ellos. Quizás quiso demostrar también su incuestionable virilidad ante Adriana, por si acaso ella albergase cualquier duda. Viendo yo de inmediato el peligro, sin pensármelo voy para allá para encontrarme con Pep que le hablaba al otro:
-Qué bonita canción, me ha llegado al alma.
-¿Sí? ¿Te gusta? -Inquirió contento su interlocutor, que todavía no había pillado la ironía.
-Sí, es que cuando oigo cosas de éstas como la unidad de la patria, y el orgullo de ser español se me pone la piel de gallina.- Aquí el otro detectó la ironía, mientras mi amigo del retrete parecía haberse enamorado del inodoro, pues se fue otra vez a vaciar líquidos.
-Sí, a mí también me sale el tiro por la boca cuando oigo a la gente hablar de Lluis Companys.

Aquí el que no pudo controlar su rabia y tensiones acumuladas desde hacía tiempo fui yo, que cambié de estrategia en ese momento, pasando inevitablemente de apaciguador y conciliador a agresor. Me acerqué un poco más a ese tío, para asegurarme que oía bien todo lo que le tenía que decir.
-Lluis Companys, un hombre que murió por defender a su Patria.- Mi entrada en escena lo desconcertó.
-¿Qué Patria?- Así que tuve que explicarle lo más claro y llanamente posible, cual era ese país, región, patria o como quiera llamársele por el que Lluis Companys murió fusilado por el ejército fascista que terminó entrando en Barcelona al final de la Guerra Civil. Me acerqué a un dedo de su oreja, y con todas mis fuerzas grité:
-¡Cataluña!- Él, pareció sufrir dicha agresión, pues inclinó la cabeza hacia el lado contrario desde el que le llegaba dicha palabra. Una cabeza que ahora parecía volver a la ironía, moviendo su cuerpo ligeramente en dirección opuesta de donde me encontraba yo.
-¿No te he oído, eh?- Como que no me había oído, sentí la necesidad de repetirle otra vez cual era la región, espacio territorial o conjunto de gentes, animales y relaciones por las que él me había preguntado, pues parecía no conocer la historia moderna. Así que me acerco otra vez al esquivo personaje, me vuelvo a poner a un dedo de su oreja, y gritando más aún, esperando con ansia que ésa tuviese que ser la última vez, y de que por fin, aquella palabra le hubiese entrado en su olvidadizo cerebro, grité:
CATALUNYA!

Ante lo cual se va corriendo a buscar a su amigo del retrete, cuando el chicano-heviata que pone las canciones del karaoke a lo mejor tenía alguna cita, pues le entraron prisas por cerrar el local, pidiéndonos con extrema amabilidad, que nos fuésemos a la calle. Ante tal muestra de cortesía le hacemos caso, no sin que Pep diera su opinión a nuestro greñudo camarero.
-¿Pero cómo es que ponéis estas canciones?
-No sé, no sé, id pasando, por favor.- Contestó con un poco de prisa.

Nos fuimos a la calle, pero los fachas seguían meando en el fantástico y acogedor retrete del local. Al no disfrutar yo especialmente de la violencia gratuita, habiendo ya demostrado a esos fascistas que  allí se tienen que olvidar de ir de ese palo, y dado que parecía que seguían a gusto haciendo no sé qué en el lavabo, nos fuimos a casa.

La Guerra Civil Española

Hay conflictos bélicos de los que a veces no se tiene en cuenta a nivel internacional toda la trascendencia que tuvieron, y éste és el caso de la Guerra Civil Española. Voy a explicar de manera breve en que consistió, por si hay algún chico joven o alguna persona que no sea originaria de España que lo desconozca. Después de más de ochenta años del alzamiento militar fascista contra una república constituida democráticamente en España, este conflicto armado que fue el preludio a la Segunda Guerra Mundial todavía levanta no pocas pasiones. Se han escrito muchos libros sobre esta guerra, y todavía se escribirán muchos más. Yo no soy historiador de profesión, así que solo quiero esbozar unas trazas de lo que se sabe comúnmente, añadiendo también alguna información personal conseguida directamente de mi familia.

Cataluña és una región al este de la península ibérica que se diferencia de otros territorios porqué habla su lengua, el Catalán, una lengua románica como lo son también el Italiano, el Castellano, el Francés o el Portugués. A finales del S.XIX y principios del XX hubo un movimiento artístico y cultural en Cataluña que se conoció como La Renaixença. De hecho, es un movimiento Romántico que deriva directamente del Romanticismo que ayudó a fundar el poeta alemán Ghoete. ¿Por qué se llamaba aquel movimiento artístico y político lo que se podría traducir como la vuelta a nacer? En parte porque el catalán había estado prohibido desde hacía unos ciento cincuenta años, desde que el rey absolutista Felipe V pudo, después de la guerra de sucesión, entrar dentro de las murallas de Barcelona en el año 1714. La población catalana se vio privada de su lengua en los organismos estatales y de su autogobierno y legislación que ésta había mantenido desde la unión de reinos que devino España poco antes del descubrimiento de América. Pero la lengua perduró en la cultura popular, hasta que encontró el camino propicio para volver a los libros y a la política en La Renaixença. Un movimiento que desemboca en su cúspide en las orgánicas construcciones arquitectónicas de Gaudí que actualmente reciben cada año a millones de turistas internacionales en Barcelona, en el modernismo.

El presidente del gobierno catalán que se pudo reconstituir en la República Española, Lluis Companys, declaró el Estado Catalán en medio de no pocas turbulencias sociales y políticas, casi dos años antes del Alzamiento Fascista que provocó una masacre entre hermanos que hacía mucho tiempo no se veía en territorio ibérico. Un conflicto en el que, como ustedes sabrán, ganó el fascismo, estableciendo una dictadura militar en el territorio español que duraría hasta 1976. El fascismo pero, no estaba solo. Hitler estaba en el poder en Alemania desde 1933, y Mussolini había creado de Italia el primer estado fascista en el 1925. Estados que abiertamente ayudaban a Franco, suministrándole armamento, artillería pesada y aviación en esta sanguinaria contienda. Incluso la Luftwaffe de Hitler bombardeó la ciudad de Guernica, en unas maniobras de entrenamiento en conflicto real del ejército que planeaba la invasión terrestre de toda la Europa Libre. Unas “maniobras” que inmortalizó Picasso en su cuadro que lleva el nombre de la cruelmente arrasada ciudad. Ésto lo sabían los gobiernos de los países más poderosos elegidos democráticamente de Europa: Francia e Inglaterra. ¿Por qué se negaban a ayudar a la España democrática, cuando en el escenario de la Segunda Guerra Mundial habían ya empezado los tiros? Para encontrar la respuesta adecuada, creo que hay que remontarse hasta el final de la Primera Guerra Mundial. En el Tratatado de Versalles que impusieron los aliados a Alemania. Un tratado de paz impuesto por los aliados vencedores que obligaba a Alemania a perder todas sus colonias y muchos de sus territorios en una contienda que se había generado para éso, para el control de las ricas colonias de las potencias europeas. Un tratado en el que además, los vencedores impusieron a la desgastada Alemania pagar los costes de los endeudados gobiernos Francés y Británico. Unos costes que incluso el economista Keynes admitió que era técnicamente imposible que los pagase sólo la población alemana. El obvio e inevitable impago de la deuda que tenían contraída los estados vencedores con los Bancos Privados que habían financiado la guerra que se llevó más de ocho millones de víctimas, generó una crisis de deuda que reventó la burbuja especulativa que corría en los años veinte. El crack de la bolsa del 1929 puso fin a la época de bonanza económica posterior a la Primera Guerra Mundial, precipitando los acontecimientos que hicieron que una Alemania deprimida y humillada internacionalmente, que veía en carnes propias el desastre de la hiperinflación derivada de usar una máquina de imprenta para intentar hacer dinero, viera en Hitler a su héroe salvador.

Así pues, teníamos en 1936 a unas potencias democráticas libres subyugadas todavía por la deuda que contrajeron con los bancos privados para sufragar la sangrienta contienda que conocemos como la Primera Guerra Mundial, que todavía arrastraba como una cadena de presidiario a los gobiernos elegidos democráticamente. Las evidencias luego saltaron por sí solas. Francia e Inglaterra no querían entrar en la guerra porque estaban arruinadas. Sus fracasos militares tan solo empezar la contienda lo demostraron, y hubiesen quedado en manos Nazis, de no ser por la entrada en el conflicto de los Estados Unidos.

Hitler, una vez en el poder declaró nulo el Tratado de Versalles. Nunca pagó los costes de la Primera Guerra Mundial, ayudó a constituir otro estado fascista en el sur de Europa, y comenzó con la anexión de los territorios que antes habían pertenecido a Alemania. Con la invasión de Polonia, los gobiernos Francés y Británico no tenían más excusas que dar a su población y declararon formalmente una guerra que llevaba más de tres años realizándose en Europa.

Una guerra en la que los fascistas imponían a la fuerza sus idearios a una República Española que sólo tuvo la ayuda internacional de unos 10.000 voluntarios de veinticinco países distintos que llegaban a España con el ideal romántico de luchar por la libertad, y se encontraban ante su frustración, con que no había armas con las que hacer frente al enemigo. Mientras por otro lado, la flagrante aviación de Hitler bombardeaba las ciudades. Completó el desaguisado Republicano el hecho de que sólo la Unión Soviética ayudó al Partido Comunista Español, que luchaba en el bando Republicano, con una simbólica ayuda.

Al desatarse la Guerra en España, la barbarie trajo más barbarie, y el caos político que había estado parcialmente controlado los últimos años se transformó en un polvorín donde los ajustes de cuentas y asesinatos estuvieron al orden del día, amparados por el vacío gubernamental. Las tensiones entre clases sociales también aprovecharon el conflicto para tomarse sus venganzas, y cada uno hacía su lucha particular en una guerra que estuvo perdida de antemano. La defensa de la República Democrática se encontró además, con la Revolución Comunista o de socialismo autoritario, y otra de obrera, pero antagónica, la Revolución Anarquista colectivista, que hicieron del territorio ibérico un potpurrí ideológico que dejaba desconcertados a los Brigadistas Internacionales que ya no sabían por que luchaban, como plasma Ken Loach en su film Tierra y Libertad, basado en la experiencia personal de George Orwell.

Así se sucedían los asesinatos de curas en las curvas de La Rabassada, y una alocada Revolución Anarquista de corpúsculos de fanáticos, que llegaban a los pueblos y mataban a los empresarios.

En Cadaqués por ejemplo, llegó un grupo de estos anarquistas que mató a los dueños de la fábrica de conservas de anchoas del pueblecito, y a sus hijos pequeños también.

-Estos anarquistas nos harán perder la guerra. – Decía mi abuelo regularmente durante el conflicto, que no terminó fusilado porqué era médico.

Y lo cierto es que aquellos anarquistas no se dieron cuenta de que las guerras se ganan primeramente de forma mediática, y que ellos estaban realizando la más pésima de las publicidades en beneficio de su causa –la libertad– pues cada vez eran más, los que se pasaban al bando fascista ante tales aberraciones.

El discurso político de Hemingway

Fragmentos del discurso de Ernest Hemingway, Fascism is a lie, publicado por la revista The New Masses en el 1937 con el objetivo de implicar a las democracias occidentales en la ayuda a la República Española:

 El fascismo es una mentira

El problema del escritor no cambia. Él mismo puede cambiar, pero su problema sigue siendo el mismo. Éste siempre es el de cómo escribir verídicamente y, una vez descubierto lo que es verdadero, proyectar esa verdad de tal modo que se convierta en parte integrante de la experiencia del lector.

(…)

Pero el fascismo es incompatible con esta exigencia porque el fascismo es una mentira fabricada por matones. Un escritor que no miente, no puede ni vivir ni trabajar bajo el fascismo. Porque el fascismo es una mentira, está condenado a la esterilidad literaria. Una vez que haya aparecido no tendrá otra historia que la historia sangrienta del asesinato, que le es muy común y que algunos de nosotros hemos contemplado con nuestros ojos en estos últimos meses.

Un escritor, cuando sabe de qué se trata y cómo se hace, crece acostumbrado a la guerra. Es una verdad muy seria que descubres. Es un shock descubrir lo verdaderamente acostumbrado a ella que puedes llegar a estar. Cuando estás en el frente cada día y ves la guerra de trincheras, la guerra abierta, ataques y contraataques, todo cobra sentido, no importa el coste en muertos o heridos. Cuando sabes porque luchan los hombres, y que lo hacen de forma inteligente. Cuando los hombres luchan por la libertad de sus países contra la invasión extranjera y cuando esos hombres son nuestros amigos (algunos desde hace poco, otros desde hace mucho), y cuando uno sabe cómo han sido atacados, cómo han luchado -muchas veces sin armas-, entonces uno aprende, cuando los mira vivir, luchar y morir, que hay cosas que son peores que la guerra. Cobardía es peor, traición es peor, egoísmo es peor. (…)

Yo he dicho que uno se acostumbra a la guerra. Si ustedes se interesan lo suficiente en la ciencia que ella implica (y es una gran ciencia) y a los problemas de la conducta humana frente al peligro, ustedes estarán convencidos que es un sórdido egoísmo considerar únicamente el destino de uno mismo. Nadie se acostumbra a la muerte, no obstante, y a la muerte nosotros la hemos visto cotidianamente durante diecinueve días.

Los estados totalitarios fascistas creen en la guerra total. Esto, explicado de manera sencilla significa que cuando ellos son combatidos por fuerzas armadas, se toman su revancha sobre civiles desarmados. En ésta guerra, desde mediados de noviembre, han sido vencidos en el Parque del Oeste, han sido vencidos en el Pardo, Han sido vencidos en Carabanchel, han sido vencidos en el Jarama, han sido vencidos en Brihuega, y en Córdoba. Y están siendo combatidos en Bilbao. Siempre que son vencidos en el campo de batalla, ellos salvan aquella extraña cosa que llaman honor asesinando civiles.

(…)

Tenemos que realizar que éstos asesinatos son las gestualizaciones de una intimidación, la gran intimidación del fascismo. Sólo hay una manera de reprimir una intimidación, y es enfrentándola. Y la intimidación del fascismo está siendo combatida ahora en España como fue combatido Napoleón en la misma península ciento treinta años atrás. Los gobiernos fascistas lo saben, y se están desesperando.

(…)

Una cosa es bombardear Almería y tomar a traición Málaga, y otra perder setecientas tropas antes de Córdoba y treinta mil  en ineficaces asaltos sobre Madrid. Es una cosa destruir Guernica y otra de diferente, no poder tomar Bilbao.

He hablado ya demasiado. Comencé por señalar la dificultad de escribir bien y sinceramente, y hablé de la recompensa inevitable de quien lo consigue. Pero en una época de guerra -y nosotros estamos ahora en una época de guerra, lo quisiéramos o no- las recompensas están siempre en suspenso. Es muy peligroso escribir la verdad en la guerra y la verdad es también muy peligrosa de obtener. No sé cuantos escritores americanos han fallecido por buscarla. Conozco a muchos hombres del batallón Lincoln. Pero ellos no son escritores. Son sólo escritores de cartas. Muchos escritores británicos han fallecido. Muchos escritores Alemanes han fallecido. Muchos franceses, muchos holandeses. Cuando un hombre busca la verdad en una guerra, puede encontrar la muerte en su lugar. Pero si mueren diez y sólo dos vuelven, la verdad que ellos traigan será la verdad, y no los sucios chismorreos que pasamos como Historia. Como que la verdad conlleva riesgo, los escritores tienen que decidir por ellos mismos. Verdaderamente, es más cómodo pasar su tiempo discutiendo sobre doctrinas. Y siempre habrá nuevas confrontaciones, caídas y maravillosas doctrinas exóticas, y líderes románticos perdidos, para aquellos que no quieran trabajar en lo que ellos profesan que creen, pero sólo para mantener posiciones previamente elegidas que no conlleve riesgo el mantenerlas. Posiciones aguantadas por el mecanógrafo y consolidadas por la pluma de cartuchos. Pero existe ahora, y estará por largo tiempo, guerra para cualquier escritor que quiera estudiarla. Parece, de todas maneras, que llevemos muchos años de guerras no declaradas. Hay muchas maneras en las que los escritores pueden acercarse a ellas. La obligación de un escritor es decir la verdad. Su fidelidad a la verdad debe ser tan profunda que sus creaciones, basadas en su experiencia, produzcan una imagen de la vida más verídica que la vida misma. Sólo hay una forma de gobierno que no puede producir buenos escritores, el fascismo.

Ernest Hemingway

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