Archivos Mensuales: noviembre 2012
Juego de niños
En el patio del colegio había un pino muy grande. Cuando éramos más pequeños, jugábamos a subir en él, hacíamos cabañas, y competíamos por quién era el que subía más rápido, cronometrando con el reloj digital Casio made in Japan que todos poseíamos. Teníamos que dar un salto para alcanzar la rama ancha encima de nuestras cabezas, y desarrollar nuestro ingenio y agilidad para ponernos encima. Cuando uno descubría una nueva técnica para girar el cuerpo y que éste se mantuviera encima, luego la explicaba orgulloso a los demás, y luego todos pasábamos a intentar ejecutarla, con mayor o menor éxito.
Un día del último curso de la escuela estábamos los mismos paseando por el patio, cuando de pronto topamos con aquel árbol.
-¡Eh! ¿hacemos como antes y nos subimos?
-¡Vale va!- dijimos todos, con ganas de recordar aquellos momentos de hacía unos pocos años. Joan empezó a agarrarse a la rama y a subir, cuando de pronto se acercó un mocoso con una bata azul.
-No podéis subir al árbol. Está prohibido.
-¿Qué va a estar prohibido? ¡Anda! Lárgate de aquí.
-¡Sí! ¡está prohibido! ¡Se lo diré a la señu!
Enric hizo ademán de ir a por él, y el renacuajo de cursos inferiores se esfumó rápidamente. Después subí yo, recordando placenteramente lo divertido que era aquel árbol. ¿Cómo podía ser que estuviese prohibido? El chaval lo había malentendido, sin lugar a dudas.
-¡Eh! ¿Te acuerdas que lo complicado aquí era poder agarrar esta rama?-me miraba con satisfacción Joan, con aquella rama bien sujeta a la altura de su pecho.
-¡Ostia! Que ve una senyoreta amb el enano aquell- dijo Enric desde el suelo. La profesora se acercó.
-No sou una mica grandets ja com per pujar-vos als arbres?
-Estavem recordant vells temps- dije yo.
-Ja, pero ara està prohibit pujar-hi. Així que feu el favor de baixar ara mateix.
-Què va a estar prohibit si hi hem pujat tota la vida! – dijo con indignación Joan desde las alturas, que había alcanzado otro nivel entre las ramas.
-Ja ho heu sentit -dijo con determinación la profesora.
-Però perquè està prohibit? Quin problema hi ha?- Pregunté yo.
-És perillós. Podeu caure – contestó ella con frialdad.
-Bueno… però ja anem amb compte de no caure…
-Que baixeu. Ara són les normes. S’han de complir les normes. I vosaltres com als més grans de l’escola haurieu de donar exemple. Va. Baixeu.
Moralmente abatidos por la incomprensión de aquellas nuevas “normas” que ahora impedían a los niños disfrutar de aquel espléndido árbol, bajamos.
-Que no us torni a veure aquí dalt.- dijo la profesora, y se fue.
Nos miramos los tres intentando comprender, sin demasiado éxito, lo que había sucedido. Aquello no podía ser verdad. ¿Qué nuevas normas eran aquellas? –Podéis caer y haceros daño.- Evidentemente, que podemos caer. Y de hecho caíamos a menudo, con trompazos que desencadenaban las carcajadas de los amigos. Pero nos levantábamos, nos quitábamos el polvo de la ropa, y en unos minutos volvíamos a estar arriba, riendo con ellos. Y entonces teníamos cuidado de no volver a poner el pie en esa parte resbaladiza de la rama, a menos que estuviésemos bien sujetos con las manos. Y pasábamos horas y horas riendo y grimpando entre el follaje de nuestro predilecto árbol.
Fiestas Nacionales
Después de una semana de duro trabajo como ingeniero-programador en una construcción industrial, volvía a estar en mi tranquilo pueblo en las afueras de Barcelona. Eran las fiestas de la Constitución el martes siguiente, lo que hizo que tuviese un fin de semana largo de cuatro días. Aquel martes se celebraba el aniversario de la Constitución Democrática Española que promovió el Rey Juan Carlos I, designado sucesor del General Franco. Yo estaba contento y tranquilo con el trabajo bien hecho de la semana, y me disponía a relajarme y a disfrutar todo lo que se pudiese durante esos días.
Estuve el sábado en el Broadway Café con mis amigos. John, Laura y su novio Antonio quisieron ir a un concierto de O’funkillo que se celebraba en el pueblo vecino. John además, era amigo del bajista de un modesto grupo de l’Hospitalet, la Funkoteca, que hoy hacían de teloneros del mejor grupo funk-rock del planeta aceituna. Yo me apunté sin pensar a tan suculento plan. Nos levantamos y pasamos al interior del Broadway Café para pagar lo que les debíamos a los orientales dueños que lo llevaban. Allí vi a Elisa y a Mónica en una mesa contigua a la ventana. Elisa miraba hacia mí, con una sonrisa de bebé feliz que a veces regala. La cabellera ondulada de Mónica estaba de espaldas a mi. Fui a saludarlas y a ofrecerles de venir con nosotros al concierto.
-Hola.
-Hola – Dijo Elisa, que no paró de sonreír.
-Nosotros vamos al concierto de O’Funkillo en Cerdanyola.- Ya sabía que no vendrían, pero lo tenía que intentar. Además, sentía la necesidad de comunicarme con Ellas, que se materializase también en el mundo fenoménico lo que en lo más profundo de mi corazón ya existía: una unión emocional.
-Vale- Dijo Elisa.
-Lo digo sólo por si queréis…- No terminé la frase, pues Mónica estaba mirando entre la mesa y la grande ventana que daba a la transitada calle. No quiso regalarme una de esas miradas con las que puedes llegar a perder la conciencia del yo.
-Bueno… que vaya bien.- Pude decir al fin.
-Adioos- dijo cariñosamente Elisa.
Es muy tímida, pensé. Y me dispuse a ir con mis amigos a pasarlo bien en el concierto. Fue un concierto divertido. Bailamos, tomamos unas copas y pudimos escuchar buen funky aunque el grupo andaluz-galáctico no estaba con toda la banda al completo como la había visto un año antes en la sala Razzmatazz de Barcelona.
Me lo habría pasado fenomenal, si no fuera porque una cosa rondaba por mi inocente cabeza. Un hecho en el que todavía no había prestado la suficiente atención, y volvía a mí de forma algo desagradable cuando yo intentaba disfrutar de mi bebida y del entorno festivo en el que me encontraba. Y es que aquella tarde la vi a Ella. Y no pareció un encuentro casual. Después de volver con mi coche desde la España profunda, llegaba feliz a mi pueblo de acogida. Exultante por el ánimo de haber hecho bien el trabajo, y de llevar seis horas escuchando la mejor música en mp3, en el flagrante audio de mi carro, bajaba por la avenida que llevaba a mi casa. En mi mente apareció Ella. Y acto seguido la fui buscando por las aceras contiguas al asfalto por el que me deslizaba placenteramente. Deseé que ella estuviese allí. Y de pronto, sus ojos se clavaron en mi eufórico ser. Ella estaba, allí. Subía por la acera de la misma calle, en dirección hacia mí. Nos miramos unos largos segundos, mientras ella seguía caminando, y mi coche deslizando al ralentí. Ella se paró ante el semáforo que le permitiría cruzar la calle, que en irreconciliable contraste se encontraba en verde para los vehículos. Instintivamente estiré el pié derecho, lo que provocó una brusca sacudida a mi vehículo deslizante, cuando, recordando a grandes rasgos la normativa de circulación, realicé que no podía pararme en medio de la calle ante un semáforo que claramente, estaba todavía en verde. Así que levanté el pie del freno, y mi vehículo extrañado siguió su suave recorrido inercial calle abajo. En cuando aquél hubo pasado la intersección de calles que daba funcionalidad al semáforo, sí que apreté conscientemente de golpe el pié derecho contra la palanca del servofreno. Ella cruzaba grácilmente la calle en la altura que yo acababa de sobrepasar con triste impotencia y melancolía.
En la noche siguiente, Mónica salió al fin de su introspección. En el bar La Bohemia que tanto había presenciado ya, se puso a bailar delante de mí con su inseparable consorte Andrea. Pero yo no podía hacer daño a Mónica. Con alguna otra chica que no me importase, esa situación podría haber servido para desahogar mis tensiones y ponerle de paso celos a mi etérea amada. Pero no con Mónica. Me lo dejó bien claro la otra vez: – O ella o yo-. No podía enrollarme con ella cuando en mi mente estaba Lorien, así que me giré hacia la barra ignorándola descaradamente y me pedí un Bourbon doble sin hielo, que anestesió por unos momentos la frustración de aquél deseo insatisfecho.
Al día siguiente calmé mi dolor haciendo música. Toqué el bajo, digitación, técnica de slap con metrónomo para mantener un ritmo constante, y por la tarde vino a mi casa Miles, uno de mis amigos profesional del jazz. En mi sótano compartimos las emociones que de otra forma se resistían a salir de nuestros desencantados cuerpos. Él con su guitarra hacía una melodía en la que yo intentaba marcar la tónica y quinta de la escala dórica en que nos encontrábamos, mientras hacía alguna que otra variación dictada por el momento.
Fuimos luego los dos a La Bohemia a tomar unas copas. En la confusión de la noche lo perdí de vista, pero a quién sí que vi fue a Pep y a Adriana, mis dos amigos, que estaban tomando cervezas en la zona de abajo del karaoke. El local estaba ligeramente vacío, con un par más de grupitos solamente, que se iban alternando canciones para desahogar pasiones y carreras artísticas frustradas con bastante dosis de razón. Voy a vaciar mi hinchada bufeta en el lavabo de un solo orín con una puerta a media altura sin pestillo que hay debajo de las escaleras. Estaba disfrutando del placer relajante que suele producir dicha acción, cuando alguien pega un golpe brusco en la puerta, que se abre de golpe. No quiero interrumpir mi estado placentero, así que le dirijo una mirada asesina mientras sigo con la liviana tarea de evacuación de fluidos.
-Vale, vale- se escuda él risueñamente, pareciendo entender que más le valia tener la paciencia de esperar un ratito a que yo terminase mi trabajo.
Termino, y me dirijo hacia la mesa donde se encuentran Pep y Adriana, preguntándome porqué existe gente tan imbécil en este planeta. Ese tío ya lo había visto con anterioridad, y me habia parecido de todo, menos algo limpio. Decido olvidarlo e ir a pasármelo bien con mis amigos.
Adriana y yo nos llevamos muy bien. Si no estuviera Pep allí, hubiésemos ido a la cama, pero este hecho en sí mismo és un deseo personal y una incongruencia al mismo tiempo, porque Adriana estaba allí, por Pep. Y yo sé que Pep la quiere, y no quiero hacer daño a ninguno de los dos. Pero no por eso la química dejaba de ser menos clara, y tonteábamos entre risas, pellizcos y pícaras miradas de tamaña belleza pelirroja. Para desazón de Pep, el otro grupo que yacía en la estancia sube al escenario a cantar, en medio de desaforadas exhortaciones patrióticas, lo que parecía un himno profascista español. Pep es independentista catalán, y como todos los catalanes, sufrimos casi 40 años de prohibición y persecución de nuestra lengua por parte del Fascista Franco. Veo que uno de los que canta es mi amigo del retrete. No sé que le molestó más, si mis juegos inocentes con su chica o aquella aberración a nuestros oídos y sentimientos, pero cuando aquellos dos bajaron del escenario, Pep se fue para ellos. Quizás quiso demostrar también su incuestionable virilidad ante Adriana, por si acaso ella albergase cualquier duda. Viendo yo de inmediato el peligro, sin pensármelo voy para allá para encontrarme con Pep que le hablaba al otro:
-Qué bonita canción, me ha llegado al alma.
-¿Sí? ¿Te gusta? -Inquirió contento su interlocutor, que todavía no había pillado la ironía.
-Sí, es que cuando oigo cosas de éstas como la unidad de la patria, y el orgullo de ser español se me pone la piel de gallina.- Aquí el otro detectó la ironía, mientras mi amigo del retrete parecía haberse enamorado del inodoro, pues se fue otra vez a vaciar líquidos.
-Sí, a mí también me sale el tiro por la boca cuando oigo a la gente hablar de Lluis Companys.
Aquí el que no pudo controlar su rabia y tensiones acumuladas desde hacía tiempo fui yo, que cambié de estrategia en ese momento, pasando inevitablemente de apaciguador y conciliador a agresor. Me acerqué un poco más a ese tío, para asegurarme que oía bien todo lo que le tenía que decir.
-Lluis Companys, un hombre que murió por defender a su Patria.- Mi entrada en escena lo desconcertó.
-¿Qué Patria?- Así que tuve que explicarle lo más claro y llanamente posible, cual era ese país, región, patria o como quiera llamársele por el que Lluis Companys murió fusilado por el ejército fascista que terminó entrando en Barcelona al final de la Guerra Civil. Me acerqué a un dedo de su oreja, y con todas mis fuerzas grité:
-¡Cataluña!- Él, pareció sufrir dicha agresión, pues inclinó la cabeza hacia el lado contrario desde el que le llegaba dicha palabra. Una cabeza que ahora parecía volver a la ironía, moviendo su cuerpo ligeramente en dirección opuesta de donde me encontraba yo.
-¿No te he oído, eh?- Como que no me había oído, sentí la necesidad de repetirle otra vez cual era la región, espacio territorial o conjunto de gentes, animales y relaciones por las que él me había preguntado, pues parecía no conocer la historia moderna. Así que me acerco otra vez al esquivo personaje, me vuelvo a poner a un dedo de su oreja, y gritando más aún, esperando con ansia que ésa tuviese que ser la última vez, y de que por fin, aquella palabra le hubiese entrado en su olvidadizo cerebro, grité:
–CATALUNYA!
Ante lo cual se va corriendo a buscar a su amigo del retrete, cuando el chicano-heviata que pone las canciones del karaoke a lo mejor tenía alguna cita, pues le entraron prisas por cerrar el local, pidiéndonos con extrema amabilidad, que nos fuésemos a la calle. Ante tal muestra de cortesía le hacemos caso, no sin que Pep diera su opinión a nuestro greñudo camarero.
-¿Pero cómo es que ponéis estas canciones?
-No sé, no sé, id pasando, por favor.- Contestó con un poco de prisa.
Nos fuimos a la calle, pero los fachas seguían meando en el fantástico y acogedor retrete del local. Al no disfrutar yo especialmente de la violencia gratuita, habiendo ya demostrado a esos fascistas que allí se tienen que olvidar de ir de ese palo, y dado que parecía que seguían a gusto haciendo no sé qué en el lavabo, nos fuimos a casa.
La revolución de octubre de 1934
En el octubre de 1934 se produce un intento fracasado de revolución obrera en la República Española, como reacción a la derecha reaccionaria que se encuentra en el poder en aquel entonces y a la pérdida de bienestar de las clases trabajadoras. Es un hecho que se tiene que englobar a nivel internacional dentro de la crisis de los treinta, junto a la Gran Depresión de los Estados Unidos, dónde una gran parte de la población del primer mundo estaba sumida en la pobreza y pasaba hambre. Una época difícil que quedó inmortalizada precisamente gracias al escritor estadounidense John Steinbeck con su novela Las uvas de la ira, que explica las peripecias de una familia rural que pierde sus propiedades acosada por las deudas contraídas con los bancos. El hambre y la miseria están presentes en esta genial obra, que nos permite sumergirnos en uno de los episodios mas tristes de la Historia del S.XX, aunque la genialidad del escritor hace que presenciemos también, la voluntad de vivir y de luchar de sus protagonistas, todo envuelto en un halo orgánico de una sutil belleza.
En España, como en toda Europa, las cosas no estaban mucho mejor, y la clase trabajadora había visto bajada sustanciamente sus condiciones de vida.
Sindicalistas, socialistas, comunistas, anarquistas, reformistas, y progresistas en general, estaban en estado de ebullición, con las masas dispuestas a organizarse y a luchar por cambiar su estado de miseria y opresión. En Catalunya, se añade también la defensa de su lengua y su hecho diferencial, pocas veces reconocido por el centralismo del estado Español. Lluis Companys i Jover era el presidente de la Generalitat Catalana, representando a una mayoria catalanista de izquierdas que le habían colocado allí en las urnas. Una mayoría en Catalunya que por aquel entonces chocaba con el gobierno centralista y reaccionario del Estado Español. En medio de una huelga general, Lluis Companys declara unilateralmente el Estado Catalán , inscrito peró, en una República Federal Española. Durante la huelga de octubre del 34, muchos trabajadores en todo el territorio español estaban dispuestos a ejercer la revolución, pero los líderes de las distintas facciones obreras o progresistas no supieron o no quisieron ver la oportunidad de aquella huelga general. Pero hay un hecho que marcaría un antes y un después, sin el cual la cruenta Guerra Civil Española no hubiese tenido razón de ser, y probablemente el alzamiento militar de Franco del 1936 hubiese quedado en un simple golpe de estado. La intentona de revolución separatista de Lluis Companys fracasó por culpa de una pésima organización al mismo día siguiente, siendo la Generalitat rodeada por los militares del ejército, dejando unos cuarenta muertos.
El hecho crucial deviene pero, en Asturias, dónde los sindicatos de los mineros se unen, y alargan la lucha durante semanas. Asaltan las casernas de la Guardia Civil con su dinamita, y consiguen hacerse el control de las fábricas. Entonces pasan a fabricar su propio armamento, que incluye toscos carros de combate blindados, para hacer frente al Ejército Español, comandado precisamente por Franco. Ante la feroz lucha sólo son enviados a primera línia de combate las tropas marroquíes y regulares para luchar contra los mineros. Un hecho también significativo en aquel conflicto bélico que se cobró más de tres mil vidas, es que los dirigentes políticos y sindicales quedaron en clara evidencia huyendo, traicionando a su base una vez empezó la batalla. Pero las causas defendidas tenían más peso que el carisma o la capacidad oratoria de aquellos “líderes”, y los obreros se organizaron de forma espontánea para continuar con la revuelta, incluso haciendo prisioneros a sus anteriores líderes. Al cabo de quince días la revuelta fue sofocada, pero creó el precedente a nivel nacional de la posibilidad de hacer frente incluso al Ejército Español, algo que sin duda llevó a la guerra a la inmensa mayoría de las clases populares de toda España cuando Franco hizo el golpe fascista casi dos años más tarde, hecho que alargaría la Guerra durante tres años.
Philip K. Dick
Philip K. Dick fue un escritor de ciencia ficción de la segunda mitad del S. XX. Si bien no se le considera un narrador sobresaliente en cuanto a su técnica o a su retórica, ha pasado a la Historia por la puerta grande por los temas que trata. Recordaréis los siguientes films, que son basados en sus novelas o cuentos:
Blade Runner, de Ridley Scott, icono imperecedero de la ciencia ficción, protagonizada por Harrisson Ford, que se dedica a matar a robots que desarrollan conciencia de sí mismos.
Minority Report, de Steven Spielberg, en dónde los precogs tienen visones de violencia y crímenes que todavía no se han producido, y son usados por el Estado y la policía para detener a los culpables antes de que aquellos se produzcan. Paradójicamente, el Policía Tom Cruise se ve envuelto él mismo en un crimen que todavía no ha cometido.
Desafío Total, o en inglés Total Recall, que significa recuerdo total, que hace más justicia a la trama de la película, fue dirigida por Paul Verhoeven y protagonizada por Sharon Stone y el saco de esteroides que se pasó luego a la política. Schwarzenegger paga unas vacaciones ficticias con un implante de recuerdos(un método más barato de viajar), pero algo sale mal. Resulta que aquel cerebro ya había sido manipulado previamente, y el programa informático de los implantes no es apto para el regrabado, no es Re-Writable como los CD’s, y ello provoca un choc al cliente, que ya no sabe quién es, quien era, ni hacia dónde va. Poco a poco, nuestro musculitos va recordando… y resulta ser que era un espía de la guerra con Marte, a la cual vuelve. ¿Cómo olvidar a la mujer con tres pechos del puticlub de Marte? Sin duda aquí había un fallo argumental…
Éstas son las adaptaciones cinematográficas más taquilleras de este genio, pero hay muchas más que se han quedado en segundo plano, serie B.
Philip K. Dick es el ejemplo de que se puede usar la literatura para hacer pensar. Explicar la sociedad actual en la que vivimos, y hacia dónde ésta se dirige. Educar. Los libros no son simples pasatiempos. Toca de forma magistral el problema de la sociedad actual perdida en las formas o apariencias. Dice que hay algo más allí. No todo es lo que la televisión nos dice, la publicidad, o el reconocimiento social. Philip K. Dick habla de la otra realidad, la realidad interior. Conceptos filosóficos antiquísimos cobran en las páginas de Dick una actualidad sorprendentemente aterradora. Catapulta a primera línea mediática El noumen y el fenoumen de Kant, la voluntad Schopenhaueriana, o la complejidad de las fuerzas interiores de Nietzsche. Lo que nuestros sentidos captan no es más que una ilusión de las formas, representada en otra ilusión, dentro de nuestra cabeza. Significa también, un ataque frontal al cientifismo, que solamente trata de clasificar éstas formas en criterios arbitrarios que no tienen nada que ver con la realidad que subyace a lo aparente. Por último, hace una alegoría a la importancia de los sentimientos, algo personal e intransferible a lo que cada uno tiene que atenderse, sin importar las presiones mediáticas o sociales que nos impongan desde el exterior.
Suyo es el concepto de la Tercera Guerra Mental. Es un juego de palabras entre Tercera Guerra Mundial, que sería la que vendría en orden cronológico, y Guerra Mental. Dick nos dice que la Tercera Guerra Mundial no será como las demás, en las trincheras y con fuego abierto en todo el territorio mundial con dos bandos claramente definidos, sino que ésta será sicológica, mental. Una guerra por el control del subconsciente humano. En dónde por un lado están los poderes de facto, los bancos, multinacionales, mafias, y gobiernos corruptos, que tienen a su disposición la mayoría de los centros educativos, universidades y medios de comunicación; y por otro lado estás tú. Tu, y tu familia, tus amigos, tus seres queridos y el grado de autorrealización que desees en esta vida, junto con algunos académicos que son evidentemente, silenciados por los mass media; junto con los libros, el deporte sano, internet(ojo que hay de todo…), y las prácticas místicas o espirituales. Ésta es una guerra abierta, que se libra cada día cuando vas a trabajar, enciendes la tele, o lees las normalmente aterradoras noticias de cada día. Una guerra en la que el objetivo es bombardearte para que no se despierte tu Yo interior y sigas consumiendo, con trabajos monótonos, y culpes de tu miseria y frustraciones a los moros, a Chaves, o a Irán, ellos se forren con el negocio de la guerra, y tu te alienes mirando series de televisión o películas de Hollywood.
¿Te gusta ésta realidad? Bienvenido.